El triatlón olímpico de la ministra de Deportes francesa: “Me equivoqué, bañé y besé”
¡Ya tenemos beso del verano 2024! Parece que lo del ósculo, por decirlo de manera fina, ya es algo inherente al periodo estival como la canción veraniega. De Iker Casillas a Luis Rubiales pasando por Enrique Ponce.
En esta ocasión los protagonistas del apasionado besuqueo son la ministra de Deportes francesa Amélie Oudéa-Castéra y el presidente de la República gala [[LINK:TAG|||tag|||633611f75c059a26e23f74b9|||Emmanuel Macron]]. El encuentro excesivamente cariñoso, públicamente íntimo o íntimamente público, se produjo, bajo la incomodada mirada del primer ministro Gabriel Attal, en la parisina plaza del Trocadero la noche del pasado 26 de julio tras la conclusión del acto inaugural de los presentes [[LINK:TAG|||tag|||6336128087d98e3342b267a5|||Juegos Olímpicos]]. Es ella, eufórica tras interpretar como un éxito la ceremonia de la que era máxima responsable (ya le ponemos rostro a quien perpetró semejante desfile de los horrores posmodernos), quien lleva la iniciativa y agarra (con la vehemencia con que Marisú besaría a Sánchez) de la nuca y del antebrazo a su presidente, para plantarle un sensual beso bajo la oreja diestra. Macron se deja hacer, incluso pone de su parte para corresponder el fuego con fuego, como Jenni Hermoso con Rubiales: “piquito” con el que un buen número de lectores del diario ‘Le Figaro’ han comparado la escena. En este caso cabría hablar de “una cena de picoteo”.
No pocas mentes calenturientas han querido ver en este achuchón gubernamental un affaire extramarital entre el presidente y la elegante ministra encargada de los Juegos Olímpicos. Porque cabe recordar que Macron está casado con su profesora Briggite desde 2007, y hacer saber que Oudéa-Castera contrajo matrimonio en 2006 con el que fuera asesor económico de Sarkozy Frédéric Oudéa, con quien tiene tres hijos. Eso sí, tanto la cónyuge de uno como el de la otra son notablemente mayores que ellos, quienes cuentan por igual 46 años.
No es la primera vez que Amélie Oudéa-Castéra, que llegó a ser tenista profesional prematuramente retirada, da que hablar. La “polémica” ministra tuvo que ser cesada de la cartera de Educación tras unas desafortunadas declaraciones en las que defendía la escolarización en una escuela privada ultraconservadora de sus tres hijos, alegando que uno de ellos estuvo un tiempo en una pública de la que tuvo que retirarlo por el reiterado absentismo de los profesores. Se demostró que tan sólo estuvo seis meses allí y que su profesora no faltó ni media hora a sus clases.
A mitad de julio, vimos a la ya exclusivamente ministra de Deportes y Juegos Olímpicos entregándole, con su bella sonrisa de comedia francesa, el trofeo que acreditaba como ganador del Tour de Francia 2024 al ciclista esloveno Tadej Pogacar en el podio de Niza, ciudad donde finalizó por primera vez en la historia la Grande Boucle, a causa de los preparativos de los JJOO en la ciudad del amor. Allí, en París, hace una semana no dudó Oudéa-Casterá en tirarse de cabeza al Sena, en una emulación de Fraga en Palomares pero con traje de neopreno y gorro de natación, para demostrar que el agua del río estaba en perfectas condiciones, apta para las competiciones olímpicas.
Anteayer, sin embargo, tuvo que suspenderse el triatlón masculino debido a la polución que contaminaba el Sena y desaconsejaba nadar en su seno. Un palo importante para la responsable de las olimpiadas en cuyo triatlón lleva la penitencia: equivocarse, bañarse y besarse con Macron. Tras este mal trago, cabe desearle a la señora ministra, al igual que hace el [[LINK:INTERNO|||Article|||66a919871a3bb0e4d9b93773|||semanario satírico ‘Charlie Hebdo’ en su portada]] de ayer, que la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos sea aún más bella que la de apertura. Y que esta vez sí, ¡le plante un morreo al presidente!