Reforma agraria: mujeres rurales, semillas y memorias
28 de julio de 1967. El diario oficial de Chile publica las leyes n°16.640 de Reforma Agraria y n°16.625 de Sindicalización Campesina. Así comienza un acto que hará revolucionar al campo. Lamentablemente, duró poco tiempo: el golpe de estado y la dictadura soplaron estas ideas, quedando la palabra silente y prohibida. Un año que marcó un hito trascendental y que debemos recordar. Así es como a 57 años de aquel 28 de julio, ha crecido en la memoria colectiva este proceso, y mucho se ha hablado. También lo inconcluso que fue.
Por eso, en esta fecha, se conmemora con más fuerza y por más voces lo que significó este hecho histórico. Y a pesar del tiempo transcurrido, hay aspectos del ayer que se reflejan en el hoy. Si antes la concentración de la propiedad era parte de la discusión, hoy vemos de nuevo una alta concentración de la tierra en pocas manos. Se repite lo de siempre: pocos tienen mucho, muchos tienen poco.
Desde 1967 hasta los tiempos de hoy, las cosas han cambiado o se han acentuado. Para empezar, la ruralidad cede ante la presión inmobiliaria y el crecimiento de las industrias. Pero no hay uno solo tipo de ruralidad. Los bosques y áreas de interés de conservación ceden también ante incendios, la agricultura y la vivienda. También las desigualdades de género han cambiado con el tiempo, pero siguen estando presentes. En los tiempos de la reforma agraria, se hablaba del Hombre del Campo, del Inquilino, el jefe de hogar. Hoy existen programas públicos y organizaciones de representación enfocados en las mujeres. No obstante, persisten brechas en cuanto a oportunidades para alcanzar un mayor desarrollo y calidad de vida para las mujeres. Brechas tanto a condiciones económicas, productivas, reproductivas, sociales, y hasta culturales.
En esto, el modelo de desarrollo rural actual, de índole neoliberal, y consolidado durante la dictadura durante la denominada contrarreforma agraria, ha agudizado nuevas formas de desposesión, como es por ejemplo el de afectar la identidad y diversidad del mundo campesino. Se ha tratado de homogeneizar la agricultura, generar grandes predios monoproductivos (una sola producción) y promover su exportación. Si antes existía el inquilino, hoy es la temporera: una trabajadora migrante la cual va perdiendo su pertenencia territorial.
Pero si no han terminado de extenderse los grandes monocultivos, es porque existen mujeres campesinas que cuidan y protegen las semillas nativas. Esto tiene implicancias en las familias y en las comunidades; en lo rural y en lo urbano. Este cuidado es parte de la Soberanía Alimentaria. Es promoción de la diversidad, tanto biológica como cultural. De esa riqueza que tanto se dice que tiene Chile.
Las semillas que cuidan es también un acto de rescate de la memoria. Memoria tanto colectiva como histórica, porque en el tiempo se proyecta este patrimonio. La forma en que se producen o adquieren las semillas, es parte de la discusión del modelo de desarrollo a propiciar. Por ello es importante tener una visión con perspectiva de género, porque son las mujeres las que cuidan principalmente las semillas.
Si la tierra es diversa, la agricultura familiar campesina e indígena también lo será. Si la tierra es diversa, también lo serán sus semillas y memorias que ahí se construyen. Es esta diversidad la que da sustento a la Soberanía Alimentaria, a que los territorios, las comunidades, los pueblos y países, puedan definir cuál es el sistema alimentario que quieren realizar.
Cuando comenzó la discusión de la reforma agraria en Chile, por allá en los años 30´s, se empezó a considerar que la tierra no solo cumplía un rol productivo, si no que también social. Así, inquilinos e inquilinas que no tenían nada, empezaron a ser parte de la preocupación en torno a la propiedad. Si se consideraba la propiedad privada como derecho natural ¿cómo era posible que existieran personas sin propiedad alguna? En la actualidad, se incorpora el aspecto medioambiental. Hoy es más importante hablar de alimentos sanos, soberanos y diversos. Cuando hablamos de triple crisis climática, una de ellas es por la pérdida de biodiversidad. Justamente son campesinas y campesinos las que protegen y promueven la biodiversidad, tal como lo indica la Declaración de Derechos Campesinos y de otras personas que trabajan en zonas rurales (aprobada en Naciones Unidas en el 2018).
La memoria se cultiva, al igual que las semillas nativas. En ellas, las mujeres juegan un rol crucial. A 57 años de la ley de Reforma Agraria y Sindicalización Campesina, queremos manifestar que cualquier desarrollo, reforma o ley que se proponga, tiene que venir de la mano junto a las mujeres del campo.
Por: Viviana Catrileo Epul, directora Nacional de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI); Consejera de la Cátedra de Agricultura Campesina y Alimentación e Iván Cano Silva, coordinador ejecutivo de la Cátedra de Agricultura Campesina y Alimentación; Docente FAVET.