Irán elige al reformista Pezeshkian: ¿estrategia aperturista del régimen o continuidad?
Una semana después de su victoria en la segunda ronda de las elecciones presidenciales –unos comicios adelantados por la muerte en accidente de helicóptero de Ebrahim Raisi el pasado mes de mayo–, el reformista Masud Pezeshkian sigue siendo una incógnita. El tiempo dirá si su aparente talante conciliador acaba plasmándose en una praxis política reformista o si el limitado margen de acción que le deje un régimen al que debe lealtad –las grandes decisiones del Estado están en manos del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei– tendrá un inevitable reflejo en el continuismo en los ámbitos doméstico y exterior.
Pezeshkian asume la presidencia en medio de una grave situación socioeconómica –resultado de las duras sanciones occidentales– y de una creciente desconexión entre la sociedad civil y el régimen nacido de la revolución de 1979. Un divorcio que tuvo su reflejo primero en las multitudinarias marchas de protesta brotadas de la muerte de la joven Mahsa Amini en septiembre de 2022 –a manos de la conocida como Policía de la Moral por llevar mal puesto el velo islámico– y, después de la implacable represión de las mismas, en la baja participación de las legislativas y las presidenciales de este año.
«Uno de los principales retos del nuevo presidente será construir un Ejecutivo capaz de abordar la crisis generacional y social del país. La población está cada vez más desconectada del sistema político y así lo ha reflejado la participación ciudadana. Los valores revolucionarios no son los valores de las nuevas generaciones de iraníes. Cualquier integración pasa por reformas sociales, en especial, en el papel de la mujer y de los más jóvenes. Sin embargo, cualquier reforma social va por definición contra de los principios de la República Islámica y para su aprobación tiene que tener el visto bueno del líder supremo», explica a LA RAZÓN el analista político hispano-iraní Daniel Bashandeh.
Tendrá Pezeshkian en el frente exterior ocasión de dejar su impronta en un momento de alta tensión en Oriente Medio. Un escenario marcado por la ofensiva de Israel contra Hamás en Gaza y en el que la República Islámica es protagonista principal en tanto que sus tentáculos se extienden a lo largo y ancho de la región a través de una pléyade de fuerzas proxy como Hizbulá o los rebeldes hutíes de Yemen. Lo cierto es que en una de sus primeras declaraciones como presidente electo, Pezeshkian prometía esta semana [[LINK:INTERNO|||Article|||66a525eef610b0e4825e4cb3|||seguir brindando un «poderoso apoyo» a Hizbulá]], lo que anticipa continuidad estratégica en el ámbito exterior. El partido-milicia chií libanés protagoniza una de sus mayores ofensivas contra Israel desde que comenzara el enfrentamiento bélico entre las Fuerzas de Defensa y Hamás en la Franja.
Con todo, a juicio del profesor de la Facultad de Literatura Persa y Lenguas Extranjeras de la Universidad Allameh Tabataba’i de Teherán Raffaele Mauriello, «seguro que Pezeshkian va a intentar abrir un diálogo con Occidente con la cuestión nuclear poniendo más cosas en la mesa que el anterior Gobierno». Matiza a este medio el analista, con más de 20 años de experiencia en Irán, que las políticas en este ámbito se deciden en el Consejo Supremo de Seguridad Nacional, que aunque estará presidido por Pezeshkian cuenta con figuras que son representantes del líder supremo y de la Guardia Revolucionaria. «Todos, el líder supremo, el Parlamento, el Consejo de los Guardianes, el Alto Consejo para la Seguridad Nacional tienen su independencia y su poder», explica Mauriello a LA RAZÓN.
Para la distensión con Occidente será fundamental quién se haga con la presidencia de Estados Unidos. En este sentido, a juicio de Bashandeh, «está por ver hasta qué punto Pezeshkian puede lograr sentar las bases de un posible acercamiento con Occidente fundamental para la economía y, concretamente, el alivio de las sanciones. Sus limitaciones también estarán marcadas por las intenciones de la próxima presidencia de Estados Unidos». «El margen de maniobra de Pezeshkian irá disminuyendo si no logra impulsar una agenda política con sello propio. Sin resultados tangibles, Pezeshkian será rehén de la voluntad del líder supremo», concluye el analista hispano-iraní.
Una de las primeras decisiones del nuevo mandatario será la del nombramiento del ministro de Exteriores. El presidente Pezeshkian tendrá que contar con el apoyo del Parlamento para aupar al frente de la diplomacia a Mohammad Javad Zarif, quien ya ocupó el cargo con el expresidente Hasan Rohaní (2013-2021) y fue uno de los artífices del acuerdo nuclear de 2015 –esa fue su promesa durante la campaña electoral–, anticipa una política de distensión y mano tendida hacia Occidente. Zarif cuenta con gran predicamento entre moderados y reformistas, pero los conservadores tienen una opinión contraria.
En el frente doméstico, el principal reto de Pezeshkian será enderezar la situación económica, que, a su vez, estará vinculado estrechamente a la posibilidad de rebajar las sanciones occidentales. Comenzará su andadura con un déficit público y una inflación desbocados y los presupuestos de este año ya aprobados por la administración del fallecido Raisi.
Por otra parte, la comunidad internacional observará con especial atención si el nuevo presidente es capaz de ampliar los espacios de libertad de las mujeres iraníes. Durante la campaña, aunque Pezeshkian mostró su respeto al uso del velo islámico, el político reformista defendió acabar con la actividad violenta de la Policía de la Moral en la obligatoriedad del hiyab. Los especialistas auguran tensiones entre las distintas instancias del poder en este ámbito ante la mirada atenta de unas nuevas generaciones cada vez más hostiles a las exigencias de la teocracia islámica.
Lo cierto es que el mandato de Pezeshkian se solapará con la inevitable sucesión del ayatolá Jamenei, que cumplió la pasada primavera 85 años. «Dada la edad de Jamenei no hay que descartar la posibilidad de que Pezeshkian tenga que jugar un papel activo tras su fallecimiento. No hay ningún candidato conocido que pueda sustituir a Jamenei y no es descartable que la figura del líder supremo sea cuestionada debido a la capacidad de poder que ha aglutinado durante estas últimas décadas. La incertidumbre puede abrirse paso y la comunicación política del presidente será clave para saber qué dirección tomará la República Islámica: mantenimiento del statu quo institucional, inicio de reforma y descentralización de poder o cambio en el equilibrio de poder».