Desmemoria de Roca, brindis y torería de Ortega 365 días después
Dice el grande de Sabina que «Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver». Y qué diría el eterno Joaquín con aquellos lugares de vida y muerte que da la Tauromaquia donde tanto se acercan las tardes a la tragedia. Tan cerca él aquella en Aguascalientes de su amigo José Tomás. Muchos volvimos de memoria al susto del que costó reponernos hacía con exactitud un año. El día de Santiago. Aquellas tremendas cogidas que sufrió Roca Rey contra las tablas en este mismo escenario. También al recuerdo de Cayetano haciendo el quite al compañero a cuerpo limpio exponiendo su vida. 365 días después el tiempo nos daba otra perspectiva. El paseíllo, la tarde, incluso el primer toro esta vez de la ganadería de El Puerto de San Lorenzo, que fue noble y con ese punto de sosería que Cayetano tampoco superó. Fue como el toro de tregua, el impasse desde donde lo habíamos dejado ayer con el sustazo de Tomás Rufo y no teníamos la menor idea de dónde nos iba a llevar hoy. La faena de Cayetano fue correcta, pero sin acabar de prender la llama. De tránsito.
Bueno fue el quinto, con el que Cayetano comenzó de rodillas y compuso una faena variada. Con un poco de todo y mucho de nada.
Juan Ortega
Tuvo buen embroque el segundo toro, pero era bravito y los terrenos entraban en juego en su comportamiento, en la manera de apretar o no en la muleta de Ortega. No le dejó estirarse a la verónica, pero otra cosa fue a la hora del tú a tú. Hubo mucho interés porque el concepto del sevillano es para paladares exquisitos. Por eso esperábamos con ganas cada muletazo. Su despaciosidad conquistada tantas tardes. Se le ensució mucho la faena, era más bonito el embroque que lo que venía después, pero tiene esa torería que te deja con el caramelo en la boca. Llena la escena. Quiso redondear por bajo en el epílogo y lo mató con un estoconazo. La gente pidió el trofeo y el presidente se olvidó de una máxima: la primera es del público. Ortega dio la vuelta. Bonito lo hizo a la verónica al quinto y en el quinto. Despacito. A la cadera la media. Brindó a Natalia Ruiz-Ocejo, que es la mujer de Garzón, además de una mujer extraordinaria. Como el comienzo de faena de Juan, parsimonioso, de cuando él impone sus tiempos y entonces intuyes que la cosa se va a poner bien. El toro, noblón, pero a menos, contaba a la contra justo por eso. Una tanda al natural y una trinchera de cante grande sobresalió en un conjunto que olía a torero grande.
Roca Rey, a hombros
Roca Rey se echó el capote a la espalda ya con el capote. Emoción. Pero el momento más emocionante fue cuando brindó a Cayetano el toro. El motivo estaba claro: ese quite a cuerpo limpio que le valió una cogida al pequeño de los Ordóñez. Lejos estaba de la cabeza aquella cogida cuando fue capaz de ponerse de rodillas y pasarse al toro por la espalda. Al segundo estuvo cerca de cogerlo. De nuevo. No fue la única vez. A Roca parece que el acercarse al peligro le revitaliza. Que tío. El toro tenía mucho poder, transmisión y colocaba la cara abajo, pero había que hacerle las cosas bien porque no permitía errores. Lo sometió hasta que le ganó la pelea y el genio acabó saliendo y se rajó. Estocada y oreja. Fue vivo el sexto, que no tenía tan larga la embestida y había que llevarlo. A Roca no se le vio tan a gusto en el primer tramo de la faena, pero la conquista llegó con los circulares. Estocada y Puerta Grande. A Roca no le jugó mala pasada la memoria.
Ficha del festejo
Santander. Sexta de feria. Toros de Puerto de San Lorenzo, y 6º de La Ventana de El Puerto. El 1º, noble; 2º, bueno; 3º, encastado y repetidor y con genio; 4º, bueno; 5º, noble y a menos; y 6º, vivo, repetidor y de media arrancada. Lleno de no hay billetes.
Cayetano, de turquesa y azabache, pinchazo, estocada (silencio); estocada, tres descabellos (silencio).
Juan Ortega, de verde y plata, estocada punto contraria (vuelta al ruedo); estocada (oreja).
Roca Rey, de tabaco y oro, estocada (oreja); aviso, estocada (oreja).