ru24.pro
World News
Июль
2024

Pensar y actuar, exigir y controlar

0

Una y otra vez el más universal de los cubanos inundó la sala. José Martí parecía ser evocado en cada reflexión, en cada análisis que se hizo teniendo por bandera que Cuba debe ser construida siempre con todos y para el bien de todos y que ella misma es «dicha, dolor y cielo para todos», según recordara uno de los diputados. No es casual que el Apóstol se nos acercara como una suerte de guía en cuanto se haga por este país que late, incluso, más allá de sus fronteras.

La Ley de Migración, la de Ciudadanía y la de Extranjería ordenan en parte el entramado legislativo vigente. La primera define el estatus de las personas en el territorio nacional; la segunda se erige como la primera de su tipo en Cuba; en tanto, la tercera actualiza normas de 1976.

Estas, más la de Procedimiento Administrativo, una herramienta obligatoria para la Administración Pública, y la Ley de la Transparencia y el Acceso a la Información Pública, se articulan de manera coherente en el enriquecimiento del Estado Socialista de Derecho. La Ley del Sistema de Títulos Honoríficos y Condecoraciones, por su parte, se ajusta al texto constitucional y ordena las formas más justas para reconocer a los cubanos dignos que sirven a su país.

Pero la Asamblea Nacional no se reduce al hecho de votar por una ley, de alzar una mano, de cumplir con un cronograma legislativo. En el Parlamento se pulsa la realidad más dura del cubano, de ese que quiere verse representado porque confía y entiende que los destinos del país y su gente tienen que ser necesaria y obligatoriamente mejores.

Por ello quedó claro que hay que pasar de los proyectos a la acción, porque en esa dilación de la toma de decisiones se nos va la vida; que no puede haber tregua contra las ilegalidades, la corrupción, los enriquecimientos a costa del sudor ajeno, «vengan de donde vengan», diría el Presidente, y que la tolerancia es cero ante los indolentes, los abusadores.

Cuba se traza un futuro en medio de un adverso escenario socieconómico y apuesta, sobre todo, por su empresa estatal, por optimizar procesos económicos, por romper inercias. Cuba apuesta por un bienestar merecido para su pueblo, ese que hoy carga en sus espaldas el peso desmedido de la inflación y enfrenta a ratos otros males, quizá más peligrosos, como el abandono, la doble moral y la desidia.

No puede haber zona de confort para quien dirige a ninguna instancia, tampoco acomodamientos ni conformismos.  A niveles adecuados de calidad de vida se llega con una distribución justa de las riquezas, esas que hay que crear a golpe de sudor y empeño y después velar que satisfagan las necesidades crecientes de quien imparte clases, quien salva vidas, quien siembra la tierra.

Por esas personas hay que darlo todo: hay que transformar los patrones económicos y desarrollar las políticas sociales. No puede ir pobre el alma y repletos los bolsillos.Hay que actualizar las carteras de oportunidades; aprovechar las potencialidades del desarrollo local desde una visión integradora de país y hacer uso de las capacidades instaladas; buscar nichos de mercado en el exterior y, primero que todo, fortalecer los caminos para una estabilización macroeconómica, tan urgente como necesaria.

La Asamblea Nacional es en sí misma un trozo de Cuba. Un pedazo de nación que tiene la responsabilidad de pensar y actuar, de exigir y controlar en favor de todos los cubanos, de los que viven en el archipiélago y también fuera de sus fronteras, porque si algo quedó claro en estos días de sesiones es que la Patria está hecha de hombres y mujeres que la quieren y respetan, que sienten, vibran y sufren por ella, y que, en medio del peor de los escenarios, se levantan a hacer lo que mejor saben: trabajar.

El contexto apunta a una Cuba diversa, con patrones demográficos que encienden las señales de alerta. Necesitamos que este siga siendo un país para cumplir nuestros anhelos y a la vez seguir soñando, para crecer, para realizarse profesionalmente, para amar y envejecer.