El angelote elige las aguas canarias para vivir, un hábitat que se encuentra en peligro por la acción humana
“Si lo mirara hoy, diría quizás que tiene el angelote, la belleza de lo irrepetible”. Dijo de este animal mitad raya mitad tiburón, Juan Vilanova y Piera, geólogo y paleontólogo español del siglo XIX. Se trata del angelote (Squatina squiatina), el pez más amenazado del planeta, que ha elegido las aguas canarias para salvarse de la extinción, en un momento en que no se sabe a ciencia cierta cuántos ejemplares quedan en los océanos, pero sí que en las últimas décadas ha desaparecido de las aguas donde solía dejarse ver durante el siglo XX; el Mediterráneo y la costa atlántica desde Noruega hasta Mali.
Puede alcanzar los 2,5 metros, donde destaca su forma plana con un cuerpo ancho y grueso, lo que le hace tener una cara entre simpática y tenebrosa, le hace parecer una creación del pintor canario Néstor de la Torre o de cualquier otro creador que le impuso la maldición de no ser tiburón ni raya.
Es marrón y gris, como la arena submarina que está entre los 15 y 150 metros de profundidad y bajo la que pasa la mayor parte del día. Su cabeza es ovalada y tiene los ojos, desprovistos de párpados, situados en la parte dorsal. La boca es protráctil y se localiza en la base terminal con una mandíbula llena de pequeños dientes afilados. Situadas en su tronco plano, destacan también sus alargadas y triangulares aletas pectorales.
Es una especie solitaria y carnívora que basa su alimentación en peces planos y otras especies bénticas, llegando a cazar, incluso, mantas raya, crustáceos y moluscos. Además, sorprendentemente, ha habido casos en los que se han analizado ejemplares con aves en su estómago.
Es una especie ovovivípara que realiza una puesta de entre 7 y 25 crías, dependiendo del tamaño de la hembra. El tiempo de gestación puede llegar a los 10 meses, a excepción de las islas Canarias, en las que tan solo precisa 6 meses. En el momento del nacimiento, las crías alcanzan los 25 centímetros y su principal alimento es la yema del huevo del que salen.
Canarias les ofrece por ahora un refugio no exento de amenazas. Las aguas donde suele estar, tranquilo a no ser que se le pise sin querer, y tampoco protestaría con algo más que un mordisco, son la Playa de Las Teresitas, donde existe actualmente el mayor criadero, la isla de Fuerteventura o al noroeste de la isla de Gran Canaria, en la zona de Guguy, a 2.7 kilómetros de donde está proyectado un futuro parque nacional y también la construcción de una piscifactoría; una granja de peces, que para la organización ecologista Greenpeace, “sería letal para el frágil angelote, en una zona que además está declarada Reserva de la Biosfera”. El proyecto mundial Angel Shark Project, con el que trabaja estrechamente Greenpeace en Canarias, contactó con los buzos de las islas para intentar una suerte de monitorización de esta especie , lo cual es difícil porque siempre gusta de estar bajo arenas submarinas. Con los datos recabados se fue redactando una base de datos durante años. Los pescadores tradicionales aseguraron ver algunos ejemplares en La Aldea de San Nicolás, a unos 5 metros.
“Guguy supone para el angelote un hábitat idóneo porque cuenta con fondos arenosos de la profundidad en la que ellos se mueven”, cuentan a este periódico activistas de Greenpeace Gran Canaria.
“La acuicultura industrial supone una gran amenaza para la biodiversidad de nuestros mares y océanos, son fábricas de peces carnívoros. La creación de estas macrogranjas marinas lleva a la degradación de los ecosistemas: los peces que crían tienen que ser alimentados con otros peces y harinas de pescado, y contribuyen así a la sobrepesca y destrucción de hábitats y especies marinas”, advierten desde el colectivo. “No queremos este modelo que pone en riesgo al planeta, a las personas y a los animales”.