Un ministro no puede acusar o intimidar a un juez
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Que un ministro de Justicia como Félix Bolaños se atreva a pronunciarse sobre un proceso judicial en curso es un hecho intolerable, por cuanto supone una orden pública y una intimidación. Que llegue a cuestionar una instrucción y a tildarla de persecución inhumana es un hecho insólito en una democracia que no encuentra precedentes en la cultura política europea. Si se da la circunstancia de que estas advertencias se formulan para defender a Begoña Gómez, quien es, a su vez, la esposa de su superior orgánico, el presidente del Gobierno, la escena recuerda sospechosamente a democracias fallidas de otras latitudes. Todavía más graves son las palabras de Óscar Puente, quien ha acusado de prevaricación al juez Peinado, pero del ministro de Transportes todo el mundo ya conoce sus maneras rústicas y soeces. Lo que sigue siendo un misterio es cómo personas que tuvieron algún crédito civil y méritos curriculares, como Bolaños, sean capaces de destruirlos con tal de defender a su jefe y a su esposa.