Maradona santo
Lo vi en los muros patrimoniales del centro histórico; y de pronto, cerca de la Via dei Tribunale, pillé una vitrina donde cuelga una camiseta con el rostro iluminado por un halo de oro, como las reliquias sagradas omnipresentes en Nápoles, desde las cuales nos miran la Virgen o san Jenaro, siempre con unas velas al lado.
En muchas paredes, el rostro de Maradona se agrega al santoral napolitano. Se trata de grafitis de cierta calidad técnica. Uno de ellos —barrio San Giuseppe, Via San Pietro a Maiella—, el más impresionante, lo muestra desnudo levitando en diagonal como los angelitos sobre el cielo celeste, alas de paloma blanca y manto que ondula con la brisa celestial; la mano izquierda sostiene la copa (que puede ser un cáliz) del campeonato nacional italiano.
La mano derecha saluda al observador, con los dedos expuestos casi imitando un gesto de mosaico bizantino, aunque el modelo pictórico de referencia es renacentista.
Maradona convertido en pizza y cocteles
En otra imagen, enmarcada, aparece con doble halo de oro y, en un marco inferior, la expresión “IL MIRACOLO”, referida al mismo tiempo a una marca de pizza y a Maradona, junto a la N del Nápoles.
Eso es poco. En otra de las callejas medioevales, el letrero “MARADIOS SPRITZ” anuncia un coctel y le da nombre al bar, escrito sobre el dintel de la puerta de acceso. Esta vez no se ve al futbolista santificado, sino convertido en dios y en coctel. Maradona alude a un nuevo Dionisios que ampara el acceso al espacio etílico e invita a cruzar el umbral.
En otro bar el enunciado es directo. Se llama La Bodega de Dios, en español, escrito bajo el número 10 y dos rostros… de Dios. Se lee por supuesto la oferta habitual: prosecco, aperol spritz, amari, saltimbocca, zingara e birra, limoncello…
La práctica de deificación de ciertos mortales elegidos se remonta al delta del Nilo. Hay muchos ejemplos. En Egipto divinizaban al faraón y completaban el tránsito al lugar de los inmortales con los ritos mortuorios.
Akenatón se divinizó a sí mismo; dicho de paso, este es un criterio para no aceptar la ficción de que inspiró el monoteísmo, aparte de que no eliminó a los demás dioses, sino que concentró el culto estatal en Atón. La inspiración monoteísta nació en el mazdeísmo persa, la religión de Zoroastro.
Más adelante, la divinización fue una práctica habitual en el paganismo cívico de los romanos, que incorporaban al panteón nuevos dioses llegados de las provincias del Imperio. Se divinizaba a emperadores o estos divinizaban a parientes suyos.
Cultura de la cancelación
El acto opuesto a la divinización era en cierto modo la damnatio memoriae, antecedente despiadado de la hoy llamada cultura de la cancelación, es decir la práctica de destruir testimonios, documentos, rostros, hechos de un personaje para hacerlo desaparecer de la historia.
Esto incluía borrar su nombre de lápidas u otras marcas materiales, y evitar mencionarlo en textos y libros de historia.
En la Antigüedad hacer esto resultaba técnicamente fácil, pues los sustratos de la información eran muy perecederos y demandaban el trabajo constante de copiar papiros y pergaminos, o vehículos muy trabajosos para grabar datos, como las piedras.
El cristianismo asociado al poder imperial, luego de las reformas de Constantino, practicó la destrucción masiva de la cultura pagana, especialmente romana, sin ningún escrúpulo y más bien con furia apologética.
La cancelación, en tiempos recientes y de forma anacrónica, se ha encargado de descalificar e incluso destruir monumentos de figuras históricas por incumplir en su tiempo lo que hoy se considera políticamente correcto, como si se le pudiera exigir a Sancho Panza que dejara de imaginar un gran negocio importando esclavos de África para venderlos en su ínsula Barataria.
Cada cosa tiene sentido en su época. No podemos sacar consecuencias de usos y valores de un período histórico para juzgarlo desde el nuestro ni a la inversa, es decir, no es legítimo calificar el pasado con patrones valorativos actuales. Peor aún si estos valores son minoritarios, aunque hagan mucho ruido para imponerse.
El Pelusa como símbolo
Volviendo a Maradona y su culto, es preciso recordar que la santificación y la beatificación católicas son variaciones de la antigua práctica divinizadora. Conmueve un grafiti que calca a Miguel Ángel: entre el dedo creador de Dios padre se interpone una bola de fútbol que lo une a Maradona, el primer hombre. El motivo se ha popularizado al descender del cielorraso de la Capilla Sixtina a las calles populares de Napule.
Santificar a Maradona por sus gestas futbolísticas que pusieron a Nápoles a la cabeza del fútbol italiano no está lejos de aquellas antiquísimas tradiciones y prácticas que aún conserva institucionalmente la Iglesia católica.
Maradona simbolizó la dignidad, el orgullo, el valor napolitano; como dice alguien: con Maradona, Nápoles le ganó no solo a Milán, sino también a Berlusconi. Fue un fenómeno cultural, político, deportivo, enmarcado en la fe religiosa que merecía un premio, sí, un premio por las glorias de esta vida fijado en los grafitis contra el olvido. Forza Napoli!
El autor es filósofo.