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Июль
2024

Lo que no sabemos

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Creo que en el seno de la familia Real Inglesa había el lema de no juzgar, no criticar ni lamentarse, o, quizá, en general, sea una máxima de los británicos. Como no estoy segura, digamos que debería ser el lema de nuestra vida, el de no prejuzgar a las personas, algo que hoy día está muy de moda, que se ha convertido en el deporte de sillón de muchos que, teléfono en mano y cultivando la mala circulación por la falta de ejercicio y movimiento, y provocando lesiones articulares en los dedos, viven tecleando –ni siquiera utilizando la voz que la naturaleza les ha otorgado–, para despellejar a unos y a otros indiscriminadamente. Hay quienes también, sin practicar esta actividad, se lo guardan para sí y tachan de imbécil a todos esos que han dado en llamar «influencers» sin saber que entre toda esa masa de estupidizados y estupidizantes hay algunos que pudieran salvarse.

He leído acerca de una muchachita de éstas que ha pronunciado una sentencia que la libra de la necedad generalizada. Ha dicho «la peor condena de un ser humano es ser un ignorante», y me ha tapado la boca. Mientras saca adelante dos carreras, se dedica a la comunicación, el mundo audiovisual, la publicidad y el marketing, porque eso la hace independiente de que alguien le costee la vida, la vivienda y sus caprichos. Eso es inteligencia, que no la vende, una mercancía que administra para sí misma. Crea contenidos para programas y para redes mediáticas sin postureo, pero dando al público lo que más demanda en estos tiempos. Una gran sorpresa entre las habituales que nos topamos y nos sorprenden con su ansia de imitar el lado bobón de Tamara Falcó con su peculiar habla y sacando fotos a Instagram con un determinado bolso o vestido. Esta gente vive ya para siempre con el castigo eterno de la ignorancia.

Me pregunto qué será de ellos en la edad en que, lo único que te queda, es el poso de la sabiduría que hayas podido acopiar con el paso del tiempo, la esencia de la existencia.