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Июль
2024

Si no hay dólares, tampoco habrá pesos

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Junio marcó un quiebre, por primera vez durante la nueva gestión el Banco Central no pudo comprar dólares. Al mismo tiempo, la brecha cambiaria ascendió hasta ubicarse próxima al 50%. La respuesta del Gobierno fue eliminar una de las fuentes de emisión de pesos: los títulos de deuda en pesos de la autoridad monetaria. Sin embargo, no logró calamar las expectativas y los dólares financieros siguieron al alza. En consecuencia, el equipo económico decidió redoblar la apuesta. Ahora también elimina la expansión monetaria que surge cuando el BCRA se hace de dólares en el mercado único y libre de cambios (MULC).

El BCRA encontró un mecanismo para absorber más pesos mientras reduce la brecha cambiaria. Al costo de una menor acumulación de reservas internacionales. Es por eso que rápidamente avisó que enviará a Estados Unidos los dólares necesarios para hacer frente a los pagos de deuda en moneda extranjera de enero 2025. Una medida correcta para bajar la incertidumbre. Aunque reducir la brecha cambiaria vendiendo dólares en el mercado paralelo gana tiempo, es ineficiente si después se termina convalidando un salto en el tipo de cambio oficial. Un hecho que ya sucedió durante el gobierno de Alberto Fernández. Otra consecuencia negativa es que se dificulta un nuevo acuerdo con el FMI, poco flexible a aceptar este tipo de prácticas. Se reavivan las diferencias que mantuvo el organismo con el ministro Luis Caputo respecto a la determinación del tipo de cambio durante su gestión bajo Mauricio Macri.

Se termina la licuadora, ¿y la motosierra?

El diagnóstico del Gobierno es el que siempre profesó el Presidente Javier Milei: el problema de la economía argentina son los pesos, hay muchos más de los que la gente quiere tener. En esa lógica la política monetaria se endurece ante un contexto más complejo, no sólo en el frente cambiario. El mes pasado también marcó un límite al proceso de desaceleración de la inflación. La tasa mensual se ubicó en 4,6%, una suba de 0,4 p.p. respecto a mayo. Si bien el impulso estuvo dado por las tarifas de energía, la inflación núcleo no siguió bajando, se mantuvo constante en 3,7%. Bajarla hasta 2%, como se busca, requiere cambios.

Hay mucha tela para cortar entre los datos, las expectativas del mercado y la respuesta del Gobierno. Pero hay algo donde todo coincide: los dólares van a ser cada vez más escasos. El consenso se rompe respecto a qué hacer. Diferentes voces le reclaman al equipo económico la salida del cepo cambiario con el objetivo de impulsar el ingreso de dólares. Un argumento válido pero que encuentra un límite concreto al mirar la caja en dólares. El Banco Central tiene reservas netas negativas y no hay indicios concretos de nuevo financiamiento externo. ¿Con qué dólares se puede responder al aumento de la demanda que ocasiona la liberalización de los controles? ¿Qué tipo de cambio garantiza el equilibrio?

El oficialismo siempre señalo que levantar el cepo cambiario no era plausible en el corto plazo. En lo concreto, el RIGI manifiesta un orden de excepción para los flujos en divisas en nuevos proyectos de inversión. Es evidente que no hubiese sido necesario si estuviese programado que la economía en su totalidad vaya a contar con menos controles cambiarios más temprano que tarde.

En su última conferencia de prensa, el ministro de Economía manifestó que tienen que estar dadas ciertas condiciones macroeconómicas. Si nos guiamos por declaraciones posteriores de Milei, las mismas serían: terminar con los pasivos remunerados; terminar con los PUTs ; y la inflación y devaluación convergiendo a cero mensual. En otras palabras, garantizarse que existan pocos pesos que puedan correr hacia el dólar cuando no haya controles cambiarios. Como el Gobierno no tiene dólares para evitar una corrida cambiaria, busca que no existan los pesos necesarios para causarla.

¿Qué hacemos con el mercado interno?

Cómo vimos respecto a la venta de dólares, el camino que eligió para eliminar el sobrante de pesos conlleva altos costos y dudas sobre su sostenibilidad en el tiempo. Como el mecanismo de absorción de pesos que implica el superávit fiscal. Su ejecución se dio de una forma que aún hoy pone en riesgo equilibrios sociales y económicos. ¿Qué aumento de la pobreza y desempleo es capaz de tolerar una sociedad? ¿Cuánta productividad se pierde al no ejecutar obras? Esas respuestas más tarde que temprano ser harán visibles.

Al mismo tiempo, eliminar la creación de dinero endógena propia del Banco Central también conlleva riesgos. El anuncio de que la tasa de interés de política monetaria se va a definir mediante la operación con títulos del Tesoro es un cambio estructural en nuestro sistema financiero. Reviste la necesidad de una gestión exitosa en su implementación y coordinación con los bancos. Y refuerza aún más la necesidad de garantizar un sendero de equilibrio fiscal. En esa misma línea se debe leer un cambio importante pero menos complejo de resolver que es la eliminación de los seguros de deuda (PUTs).

En líneas generales, la segunda fase del plan económico es una combinación de viejas y nuevas prácticas. La incertidumbre sigue siendo elevada y hasta la liquidación de la cosecha fina vamos a vivir tiempos aún más complejos.