El arte de la fuga, por Mirko Lauer
Sobre la fuga de Vladimir Cerrón hay múltiples versiones y datoides: lo protege el Gobierno peruano, lo esconde el G2 cubano, ya no vive en el Perú, ha estado oculto en varios balnearios de lujo, un sofisticado sistema digital lo hace inubicable, se dedica a guapear al servicio de inteligencia que lo busca, y así sucesivamente.
Es verdad que hay otros prófugos exitosos de la galaxia castillista, pero estos se han quedado más tranquilos que Cerrón. Eso abarata el costo de sobornar a los perseguidores. Algunos incluso han fallecido prófugos, algunos fuera del país. Todo lo cual lleva a preguntarse si existe un arte de la fuga peruana, y quiénes son sus mejores cultores.
En el caso de Cerrón tienta pensar que quien en verdad dirige la orquesta es el alto funcionario policial (ministro, jefe PNP) que cada tanto aparece para jurar que el político será capturado, ahorita, pronto, en días, o en horas, según el clima. Esto mantiene la ilusión pública de que efectivamente se le está buscando, y les gana un tiempo más a los encubridores.
Una buena nota periodística sería entrevistar a esos funcionarios para preguntarles por qué creen que no cumplieron su palabra en este caso. Muchos de ellos están más desaparecidos que Cerrón mismo. Pero claro, prometer capturas que nunca se producen es otro arte. Su practicante dirá que no es un cómplice; simplemente quiso hacer la captura, pero no pudo. ¿Por qué?
Los prófugos de la justicia suelen quedarse callados, buscando ser olvidados. Es lo que, a medias, ha hecho el juez y cuello blanco César Hinostroza, quien parece que hoy se encuentra en Bélgica. Cerrón ha tomado el camino contrario: se publicita desde las redes, todo lo que puede, acaso cultivando un heroísmo como el de la Pimpinela Escarlata.
En realidad, el Cerrón prófugo se dedica a mantener una presencia que es un constante recordarle al poder que los votos de Perú Libre en el Congreso, una propiedad de familia, son necesarios y hasta pueden volverse indispensables en un momento. Por ejemplo, para vacar de urgencia a Dina Boluarte. De modo que hoy para él callarse es despintarse.
Una fuerte probabilidad es que a la postre Cerrón aparezca por voluntad propia, algo así como el ganador de una carrera contra una burguesía que nunca lo pudo capturar, a pesar de ya haberlo incorporado a sus filas.