Con sabor a leyenda
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El diccionario de la RAE define como memorable aquello que es digno de ser recordado. Pues bien, el concierto del sábado 6 de julio de 2024 pasará a los anales como una cita para la memoria por diversas razones. Hay que decirlo antes de entrar en faena: el de Granada es sin discusión el mejor festival, de largo, que se celebra en España, y del que el controvertido crítico inglés, Norman Lebrecht , ha dicho respecto a la edición 2024 que «Los BBC Proms –o cualquier otro festival– tendrán dificultades para igualar su programación». Los lugares donde se desarrolla, en su conjunto son únicos en Europa y en este caso concreto, nunca deja de impresionar la puesta en escena que supone el patio circular del Palacio de Carlos V, obra maestra firmada por Pedro Machuca en 1526, de serena, aunque imponente belleza clasicista, inserta en el conjunto indescriptible de la Alhambra. La firmaría y haría suya cualquier regista del mundo. Enorme expectación suscitó la visita de la leyenda del piano Martha Argerich acompañada de su otrora esposo, el suizo Charles Dutoit , representante de una estirpe ya menguada de grandes directores octogenarios, y de la centenaria, y por tanto histórica, orquesta de la Suisse Romande, fundada por Ernest Ansermet en 1918, todavía poseedora, y que dure, de un sonido particular, añejo, como pudimos comprobar a lo largo y ancho de las dos horas de concierto, particularidad esta que cada vez es más difícil hallar en el panorama orquestal actual. En ese instante del día que se le conoce como la hora azul, en el que el día se funde con la noche, se iniciaba la velada con una una deslumbrante lectura de la segunda suite del Sombrero de Tres Picos de Falla. Deslumbrante, no por impostada brillantez y preciosismo con intención de impresionar en este lugar imponente, sino por precisamente todo lo contrario: por la verdad de su encantador fraseo, la popular españolidad, la fluidez natural del discurso sonoro. Un modo de contar con autenticidad, sólo al alcance de batutas privilegiadas, pues no se alcanza a entender cómo un director es capaz de explicar los idiomáticos secretos que encierra esta música a un conjunto de músicos suizos, o afincados allí, lo que nos da a entender que además de la maestría del director nacido en Lausana , devoto de la partitura, todavía pervive en esta orquesta, «la tradición» a través del espíritu de Ansermet, que tanto hizo por esta música durante su extensa carrera al frente de la Suisse Romande y que sobrevolaba la fresca noche granadina. Muchos se desplazaron a la ciudad nazarí desde muy lejos por lo que acontecería seguidamente. Teniendo en cuenta la edad, 83 años, de la pianista de Buenos Aires, siempre hay expectación en cada una de sus cada vez más espaciadas apariciones. No hubo que esperar ni un compás para comprobar que nada se ha marchitado de lo que siempre ha estado ahí. Su fuerza telúrica sigue en su lugar, lo que empieza a ser parte de su misterio y su arte. Comprobamos también que la libertad y personalidad sigue siendo innegociable su mediante un fraseo ya legendario, la deconstrucción de la música sin perder un ápice del sentido rítmico, pero ganando en expresión, lo que, por otro lado, implica como director estar muy atento o, como en este caso, conocer cada recoveco del pianismo y la personalidad de Argerich . Bravo también a la orquesta por este difícil cometido en un concierto nada sencillo de acompañar. El movimiento central, Intermezzo, fue uno de los grandes momentos en una noche ya cerrada, con unas cuerdas ginebrinas en estado de gracia, entablando diálogo con los arpegios del piano y recreando una atmosfera irrepetible conmovedora. Porque una artista de la talla de Argerich puede estar preocupada por mil y un detalle, como el aleteo de una mariposa invisible, gestualizar entre los escasos segundos que separan dos frases, por un foco que le deslumbra, o pelear con su indomable e inconfundible cabellera plateada, mecida por la leve brisa, sin que sin que su arte se vea afectado en ningún instante. Tras un movimiento de cierre de gran virtuosismo, sin que decayeran las fuerzas en un concierto en que el solista está prácticamente tocando sin descanso los más de treinta minutos, al que se llegó en una transición de quitar la respiración sobrevino un éxito enorme con todo el patio puesto en pie. Argerich enfundada en unos aires de diva que se puede permitir, iba y venía, acompañada de un paciente Dutoit, con un tanto impostado aire de desconcierto «haciéndose querer» por un público rendido y devoto. Tras el bis, siempre «a regañadientes», que como viene siendo habitual en estos días es la pieza con la que se abre las Kinderszenen de su amado Schumann , se le hizo entrega, por el director saliente del festival, Antonio Moral el premio extraordinario de un festival en el que debutó en 1979, por «su enorme talento, su dedicación y servicio a la música durante más de seis décadas y su apoyo constante a los jóvenes intérpretes». Con una noche en todo lo alto, tras el descanso, lejos de decaer, finalizó en modo mayor con una milagrosa y referencial lectura de la Consagración de la primavera. En unos tiempos de versiones caracterizadas por la violencia e intensidad a base de volúmenes en detrimento de la transparencia, Dutoit y la orquesta de la Suiza francófona nos regaló una versión de otra época: impresionista más que expresionista (debussyniana a más no poder en el inicio del sacrificio o segunda parte), transparente, contenida en las dinámicas sin renunciar (pues es imposible) a esos instantes de salvaje tensión. Y ante todo enormemente musical, escuchando cosas, sonidos, fraseos liberados por arte de magia por primera vez, lo que, a estas alturas, con centenares de grabaciones a nuestra disposición, es todo un milagro. Una orquesta en estado de gracia con solistas de excepción y un sonido que costará que olvidemos, fue fiel aliada del gran director Suizo que, por cierto, lleva sus 87 primaveras de forma esplendorosa. Inolvidable. Sábado 6 de julio de 2024 Festival de Granada, patio del palacio de Carlos V Obras de Falla, Schumann y Stranvinsky Martha Argerich, piano Orquesta de la Suisse Romande Charles Dutoit, director musical