Un paso decisivo hacia lo desconocido repleto de cambios y nuevos desafíos
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Dar el salto a la universidad supone un cambio significativo en la vida de los jóvenes y en el primer año de esta nueva etapa se enfrentan a grandes desafíos. Para aquellos que dejan zonas rurales para ir a la ciudad o cambian una metrópoli por otra, e incluso de país, el reto es aún mayor. «El salto a la universidad representa un cambio significativo en sus vidas, marcando el paso a una etapa de mayor independencia y responsabilidad, donde se espera que los estudiantes sean proactivos en su aprendizaje y gestión del tiempo», afirma María Vela, asesora del Vicerrectorado de Estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Este cambio también implica una transición hacia la vida adulta, «con la necesidad de adaptarse a nuevas rutinas, hacer frente a desafíos académicos y personales, y comenzar a tomar decisiones importantes sobre su futuro profesional». El estudiantado se tiene que enfrentar a nuevas problemáticas y desafíos. Entre ellos, el de la exigencia académica, por la carga de los nuevos contenidos y adaptación a las nuevas metodologías docentes recibidas en las aulas universitarias. También tienen más autonomía y responsabilidad, lo cual implica «mayor autogestión del tiempo, organización y disciplina para cumplir con el adecuado aprovechamiento del aprendizaje en el nuevo entorno docente», resalta Vela. Además, la vida universitaria implica una adaptación social, en un nuevo entorno, con nuevas amistades, relaciones y dinámicas que requieres habilidades para integrarse. Toda esta transición puede generar ansiedad, estrés, o dificultades para conciliar la vida personal y académica. «Por ello ponemos especial atención al cuidado de la salud mental y emocional de nuestros estudiantes con herramientas como PsicallUCM o el nuevo auto cribado del UCM-InRecovery (esta herramienta abarca también adicciones), y mediante la dinamización de propuestas de orientación, programas de mentoría, y potenciando las redes interpersonales con el asociacionismo, voluntariado y la participación estudiantil», explica la asesora del Vicerrectorado de Estudiantes de la UCM. La transición puede ser especialmente difícil para aquellos que dejan sus pueblos o ciudades. «Estos estudiantes no solo enfrentan los desafíos mencionados anteriormente, sino que también deben adaptarse a un entorno completamente nuevo, lejos de su red de apoyo familiar y social», afirma María Vela. La sensación de aislamiento y la nostalgia pueden ser obstáculos adicionales. «Además, las diferencias culturales entre su lugar de origen y la ciudad universitaria pueden requerir un esfuerzo adicional de adaptación», añade Vela. Valentín Martínez-Otero, doctor en Psicología y profesor de la Facultad de Educación de la UCM, señala la ilusión y expectativas con la que gran parte de estos jóvenes, «algunos todavía adolescentes», comienzan esta etapa porque en gran medida es lo que han querido estudiar. Pero desde el punto de vista psicológico, supone «enfrentarse a lo desconocido, sobre todo los que vienen de otras ciudades y zonas rurales. Hay que adaptarse a la nueva vida universitaria, asumir más responsabilidad y una organización académica distinta», resalta. Dependiendo de la personalidad y de los apoyos que tenga el estudiante, puede experimentar una cierto estrés y ansiedad, «por la mayor autonomía, por la mayor exigencia, por el desarraigo, sentimiento de soledad y cierta dificultad para establecer nuevas amistades», subraya Martínez-Otero. Si bien indica que en general los jóvenes llevan bien estos cambios, «los más introvertidos pueden sentir soledad, aislamiento y tristeza». Pero todo ello forma parte del desarrollo identitario y «ayuda a madurar» aunque cuando hay frustración de expectativas, «pueden sentirse defraudados». Otra de las palabras claves en esta fase es la de adaptación, «al ajuste académico, al personal, a nuevas rutinas, a gestionar el tiempo». Todo ello representa el salto a la universidad. Resulta muy común que los jóvenes tengan grandes expectativas al comenzar la universidad. Muchos esperan que sea una época emocionante llena de nuevas experiencias, amistades y oportunidades académicas y personales. «Sin embargo, cuando la realidad no cumple con estas expectativas, puede resultar desalentador», advierte la asesora del Vicerrectorado de Estudiantes de la UCM. Para manejar esta situación, se pueden tomar las siguientes medidas. «Es importante que los estudiantes mantengan expectativas realistas y estén preparados para enfrentar desafíos. La flexibilidad y la capacidad de adaptación son claves para superar obstáculos inesperados», indica María Vela. Saber buscar y utilizar los recursos que ofrece la universidad, como tutorías o asesoramiento psicológico, es algo que se debe tener muy en cuenta, pero también resulta importante establecer metas alcanzables. «Fijarse objetivos pequeños y alcanzables puede ayudar a mantener la motivación y el enfoque, permitiendo celebrar pequeños éxitos en el camino», añade la asesora. Otra medida es la de crear una red de apoyo, formando parte de grupos estudiantiles, clubes o actividades extracurriculares puede ayudar a los estudiantes a integrarse mejor y encontrar apoyo entre sus pares. Las expectativas que tienen los jóvenes con los estudios elegidos también se ven muchas veces se ven igualmente defraudadas. Puede que la opción elegida no sea como esperaban o que en ese primer año de estudios descubran una nueva vocación. «Cuando te das cuenta que los estudios no es lo que querías, es importante que tomes la decisión de no querer seguir y es mejor hacerlo cuanto antes», indica Valentín Martínez-Otero. Eso sí, cree que se trata de una decisión que debe ser tomada después de informarse bien y de que pase un tiempo prudencial. Son varios los cambios más significativos y que más cuesta afrontar en este cambio de etapa. Entre ellos se encuentra el de la gestión del tiempo y estudio autónomo. «La universidad exige una mayor autodisciplina y habilidades de gestión del tiempo, ya que los estudiantes tienen menos supervisión directa y deben organizar su propio horario de estudio», cuenta María Vela. También se encuentra la carga académica, con una intensidad y volumen de trabajo académico que puede ser mayor que en el bachillerato, lo cual «requiere un ajuste en sus métodos de estudio y niveles de esfuerzo», añade. Cuando el salto universitario supone vivir lejos de casa por primera vez implica aprender a manejarse solos, «desde la gestión de sus finanzas hasta la organización de tareas cotidianas». Tal y como se señalaba anteriormente, las universidades disponen de programas de adaptación y acompañamiento para los primeros pasos. En la UCM, por ejemplo, existe un programa de orientación preuniversitaria para lograr el acceso en las mejores condiciones evitando el abandono. Existe también un programa de Mentorías en el que un estudiante de cursos superiores acompaña y aconseja a un pequeño grupo de 4/5 estudiantes de primer curso en su paso por los primeros meses de estudios.