Sinceridad o 'sincericidio': qué se le puede decir (y qué no) a una amiga para mantenerla a nuestro lado
La búsqueda de los términos “psicología” y “amistad” en el directorio de artículos académicos de Google devuelve 52.000 resultados, pero muy pocos de ellos están orientados a adultos. Casi todos estudian diferentes aspectos de la amistad en la niñez y la adolescencia, quizá porque son las etapas vitales donde se suele enmarcar la mayor importancia de los amigos y amigas.
No obstante, el paradigma está cambiando. La dificultad para emanciparse, la necesidad de compartir piso y la natalidad a la baja (en España se tienen hoy en día 1,19 hijos por mujer, que suelen nacer cuando las madres tienen más de 32 años, según datos del INE de 2021) están provocando un cambio en la forma de vida 'tradicional'. A esto se le suma la facilidad de las comunicaciones y el omnipresente clima de ocio y consumo constante, que también fomentan que las amistades continúen siendo primordiales durante mucho más tiempo, cuando no durante toda la vida.
Esto quiere decir que, a diferencia de lo que ha ocurrido en décadas anteriores, cuando estaba asentado eso de que 'la familia es lo primero', hoy situamos a las amigas en un lugar aún más privilegiado en nuestras vidas, compartiendo con ellas un grado de convivencia e intimidad que poco tiene que envidiar al tradicionalmente ejercido por las parejas. Tanto es así que conceptos que suenan mucho últimamente, como la anarquía relacional, proponen que no exista diferenciación en el nivel de cuidados y afecto entre amigos y compañeros sentimentales.
No obstante, a diferencia de lo que ocurre con las relaciones de pareja, de las que tantísimo se ha escrito y reflexionado, no existe un mapa muy evidente para moverse por la geografía de las nuevas relaciones de amistad. De hecho, cuando una relación de pareja está en peligro, todos sabemos que existe la posibilidad de acudir a terapia para intentar sanarla, pero, ¿qué pasa con las relaciones de amigas? “A nivel cultural, se habla mucho de que la amistad es maravillosa e importante, pero no hay mucho apoyo social para proteger lo que tiene de valioso. Incluso las amistades profundas y duraderas como la nuestra necesitan protección y, a veces, reparación”, cuentan las autoras Aminatou Sow y Ann Friedman, de las que hablaremos más adelante.
Hoy situamos a las amigas en un lugar aún más privilegiado en nuestras vidas, compartiendo con ellas un grado de convivencia e intimidad que poco tiene que envidiar al tradicionalmente ejercido por las parejas
“Creo que estamos viviendo la edad dorada de la amistad femenina… y esto solo se pondrá mejor. Estamos entrando a un futuro en el que las mujeres en nuestras vidas son tan importantes, sino es que más, que cualquier otra persona. Los marcadores convencionales de la feminidad que nos han seguido durante siglos están cambiando, y con esto vendrá una reformulación de nuestras relaciones más significativas. Esto quiere decir que, para muchas de nosotras, nuestras amistades femeninas están cobrando un nivel mucho más alto de visibilidad e importancia”, escribe por su parte Claire Cohen en ¿Amigas para siempre? Rupturas, mitos y realidades de la amistad entre nosotras (Planeta, 2023).
Cohen se apoya, además de en su propio trabajo, que recoge numerosos testimonios de relaciones de amistad entre mujeres, en las declaraciones de diversos expertos como la doctora y antropóloga evolutiva Anna Machin, de la Universidad de Oxford, quien afirma: “El lazo de la amistad es increíblemente poderoso, y para las mujeres se volverá todavía más y más importante conforme avance este siglo. De hecho, tenemos que reafirmar la amistad porque para un número cada vez mayor de mujeres esta va a ser su 'relación crítica de supervivencia'. El lazo que les dará estabilidad, apego seguro e influirá en sus decisiones de vida y en su salud. Si no quieres estar en una relación, si no quieres hijos, entonces serán tus amigas las que te sacarán adelante. La amistad se está volviendo más importante para las mujeres de lo que ha sido en el pasado, y tenemos que reconocer eso”.
Best Friends Forever
Por si fuera poco, las amistades entre mujeres suelen estar bastante romantizadas. Numerosos libros, series y películas giran en torno a amistades que comienzan en la infancia y culminan prácticamente en el lecho de muerte, otorgando a este tipo de relaciones una presión mayor que a las románticas, que, de alguna manera, en el siglo XXI, se cuenta con que puedan no funcionar. En Girls o en Sexo en Nueva York, por ejemplo, los amores van y vienen en sus tramas, pero las amigas permanecen —aunque no intactas—.
“Las amistades femeninas son, en esencia, historias de amor. De hecho, para muchas mujeres, son los grandes romances de sus vidas. Piénsalo, ¿realmente cuáles son las diferencias entre nuestras amigas más cercanas y nuestros amantes? Todo está ahí: lealtad, desinterés, amabilidad, generosidad, compañerismo. Las risas y las lágrimas. La visión compartida del mundo. En otras palabras, todas las cosas que buscas en una relación y que finalmente son más importantes que dormir en la misma cama. ¿Y si una amistad termina? El dolor es igual que en cualquier otra ruptura amorosa y hasta deja heridas más profundas”, relata Cohen.
Nos ha resultado mucho más difícil encontrar un lenguaje para las partes complicadas [de la amistad]. Palabras como 'mejor amiga' o 'BFF' (mejor amiga para siempre) no captan el trabajo emocional adulto que hemos puesto en esta relación
Quizá por eso son dos amigas, las mencionadas Sow y Friedman, las que protagonizan Big Friendship: How We Keep Each Other Close (Gran amistad: cómo nos mantenemos cerca), publicada por Virago Press en 2020, el relato de una amistad de una década que las hizo felicísimas y miserables, distanciándolas hasta el punto de dejar de hablarse. Cuando eso pasó, decidieron dar un paso inaudito: ir a terapia juntas. “Nos resultaba difícil hablar libremente entre nosotras sobre aquello que nos había hecho sentir alguna vez heridas”, confiesan en el libro.
Aunque ambas, copresentadoras de un podcast, sentían que tenían todo tipo de palabras para describir la parte 'buena' de su amistad, se encontraban mudas cuando se trataba de lo contrario. “Nos ha resultado mucho más difícil encontrar un lenguaje para las partes complicadas: la frustración de darle a una amiga más de lo que nos devuelve. Las brechas insalvables incluso en las amistades interraciales más cercanas. La dinámica de alejarnos una de la otra hasta cuando intentábamos reconectar. La lucha por encontrar la verdadera paz con una amistad duradera que está cambiando. Incluso nos faltaba un nombre para el tipo de amistad que tenemos. Palabras como 'mejor amiga' o 'BFF' (abreviatura de mejor amiga para siempre en inglés) no captan el trabajo emocional adulto que hemos puesto en esta relación”.
Conversaciones difíciles: el reto pendiente
A falta de una forma adecuada de comunicación, a veces parece que la única salida posible para una amistad que se ha atascado en un camino sin salida de rencores, reproches y meros malos entendidos es el silencio y el abandono. “¿Por qué alguien se sometería a la tortura de intentar mantener una amistad complicada a largo plazo?”, se preguntan, de hecho, Sow y Friedman. Por una relación romántica sí merece la pena luchar, tirarse en el barro, darlo todo. Pero, ¿por una amiga?
Como apuntaban las autoras, es bastante perverso que, por un lado, la sociedad presuponga que tenemos que tener 'mejores amigas', 'amigas para siempre' y, a la vez, que no nos ofrezca las herramientas adecuadas para transitar este tipo de relaciones. Porque, ¿qué sí, y qué no, se le puede decir a una amiga? Tenemos claro que a una pareja debemos decirle prácticamente todo lo que nos molesta de ella, para que, en la medida de lo posible, deje de hacerlo. Pero eso es porque se supone que vamos a pasar la vida con esa persona y, de otro modo, esa vida podría volverse insoportable… y la relación podría estallar por los aires en cualquier momento (¿Cuántos calcetines encima de la mesa son demasiados calcetines?).
A nuestra amiga, sin embargo, ¿merece la pena señalarle lo que, a veces, parecen minucias, especialmente teniendo en cuenta que, la mayoría de las veces, no nos vemos tan a menudo o convivimos? Resulta todavía más confuso cuando lo que está haciendo no nos afecta directamente a nosotras, o peor, forma parte de sus creencias (algo tan íntimo, tan entretejido con la personalidad, que se podría entender que criticarlo es criticar a la propia persona).
Imaginemos, por ejemplo, un caso que últimamente se da no pocas veces: en un grupo de mujeres, una de ellas empieza a interesarse por el horóscopo, el tarot y el esoterismo en general, cuando antes nunca lo había hecho. Es más, es posible que incluso hubiese bromeado con el tema junto con sus amigas, todas bastante escépticas, pero ahora está absolutamente enganchada a este contenido, e incluso quiere compartirlo con el resto. Poco a poco, se empieza a crear una pequeña brecha dentro del grupo, y algunas comienzan a comentar entre ellas lo raro que les parece este cambio. Lo decepcionadas que están con que esta persona, que creían que era de una manera, sea de otra.
Es bastante perverso que, por un lado, la sociedad presuponga que tenemos que tener 'mejores amigas', 'amigas para siempre' y, a la vez, que no nos ofrezca las herramientas adecuadas para transitar este tipo de relaciones
¿Qué hacer para no acabar irremediablemente alejadas? “Las personas somos sujetos del deseo y del lenguaje. Justo este matiz nos diferencia de los animales. Por lo tanto, para las relaciones humanas, la palabra tiene una importancia tremenda”, dice Alicia Escaño Hidalgo, psicóloga clínica. “Cuando, dentro del ámbito de las relaciones en general y de la amistad en particular, 'dejamos pasar' las situaciones que nos generan ciertas emociones incómodas, lo que finalmente ocurre es que 'hablamos' mediante el acto”. Básicamente, y en pocas palabras: lo que no se habla, se actúa. “Por eso, las amigas 'se alejan'. Es decir, llevan al acto lo que no pueden permitirse decir por miedo, ya no solo a hacer daño, si no a la propia culpa”, continúa.
“Todo esto suele aparecer en un contexto en el que el vínculo de amistad no está recorrido de un apego seguro. En los apegos seguros es donde uno tiene más libertad para enfadarse, ponerse triste y ser incoherente. Dentro de un vínculo seguro, se da por hecho que nos van a querer y que queremos, a pesar de que existan cosas del otro que no nos gusten, como sus creencias, en este caso. Es decir, en un apego de amistad basado en la seguridad, no tenemos idealizado al otro... Nos puede sorprender que de repente a Fulanita le guste el tarot, pero también entendemos que Fulanita tiene derecho a cambiar —todos lo hacemos— y a que le gusten otras cosas nuevas”.
Según explica Escaño: “Tirando de esta información, lo que se podría hacer para que la amistad siga adelante es algo tan sencillo como hablar. Poner palabras a lo que sentimos respecto al otro hará que no se produzcan los 'actos' (alejarse sin más), que dejarán al otro preguntándose qué ha pasado y sumido en la ansiedad. Hablar (siempre desde el cuidado y el afecto) e integrar que el otro es otro, con sus propios deseos, hará que la amistad pueda superar el bache”.
La teoría parece no tener fallo, pero la realidad es que no estamos acostumbradas a tener conversaciones complejas. “Resulta difícil decirle a alguien 'ya no puedo ser tu amiga, no quiero seguir con esta relación', pero es mejor ser transparentes, dejar todo resuelto con amabilidad. Aquí el problema podría ser que las personas en general no tenemos un lenguaje para despedirnos de nuestras amistades, como sí lo tenemos para romper con parejas y relaciones románticas, aunque sea un quiebre igual de significativo y complicado de llevar. Hasta para hablar de lo que nos molesta sobre una amiga resulta complicado, no sabemos enfrentarlo”, comenta Cohen en una entrevista.
“Creo que tenemos muchísimo miedo a hablar”, considera, a su vez, Escaño. “Tener conversaciones incómodas genera temor porque nos expone a la incertidumbre. ¿Se lo tomará bien? ¿Debería decírselo? ¿Le haré daño? Puede que nos comuniquemos mal, pero porque estamos aterrados. Nadie quiere ser el malo de ninguna película, y mucho menos, cargar con una de las emociones más odiadas: la culpa”, resume la profesional.
El 'síndrome de la niña buena'
La psicóloga nos propone comunicarnos de manera “directa, franca y sencilla”, pero lo más probable es que, en nuestras relaciones, acabemos diciendo algo relacionado con lo que nos preocupa 'en broma' que, simplemente, esperemos que la otra persona 'se dé cuenta por sí misma' o, peor, que actuemos de manera pasivo agresiva. Es decir, expresando nuestros sentimientos negativos de forma indirecta en lugar de abordarlos abiertamente, creando una desconexión entre lo que decimos y lo que sentimos, que acabará por llenarnos de rencor tanto a nosotras como a nuestra amiga.
En general no tenemos un lenguaje para despedirnos de nuestras amistades, como sí lo tenemos para romper con parejas y relaciones románticas, aunque sea un quiebre igual de significativo y complicado de llevar
Además, cuando realmente decimos lo que estamos pensando, nos exponemos, nos sentimos vulnerables. Puede que nos avergüencen las cosas que no aceptamos de la otra; puede que nos dé miedo violentarla o decepcionarla, nosotras, mujeres que hemos sido educadas en su mayoría como personas que no deben hacer sentir mal a nadie. No es una forma de hablar: se sabe que las mujeres tienden a sufrir el 'síndrome de la niña buena', es decir, a cumplir con las expectativas sociales de ser amables, complacientes y obedientes en todo momento.
Todo ello dificulta este tipo de conversaciones, que, en opinión de Escaño también deberían incluir cierta escucha interna: ¿Qué es lo que realmente nos hace sentirnos incómodas, sentir 'vergüenza ajena' por lo que nuestra amiga está haciendo? ¿Qué tecla nuestra, personal, está tocando cuando lo hace? ¿Estamos tan 'fusionadas' con ella que el hecho de que se interese por algo que no nos gusta es igual que si nos interesáramos nosotras? “Creo que para que la vergüenza ajena no nos atraviese, los límites relacionales deben estar bien establecidos, y debemos entender que tener ciertos intereses no define a un sujeto, es solo una parte de su conducta”, indica Escaño.
Cómo aprender a hablarnos bien
Es posible encontrar las herramientas para 'entrenar' una forma de hablar cuidadosa acudiendo a terapia (solas o, como hicieron Sow y Friedman, en compañía) o leyendo libros relacionados con la comunicación asertiva, por ejemplo. Estos volúmenes nos suelen proponer todo tipo de ejercicios que nos animan a explicarnos con claridad y cuidado, cómo hablar desde el 'yo'. Así, en lugar de decir: “Es que te interesas por cosas que antes te parecían tonterías”, podríamos decir, por ejemplo, “me siento confundida cuando veo que te interesas por cosas que antes no te gustaban”. Es más probable que la otra persona no se sienta atacada cuando nos ponemos a nosotros en el centro de la cuestión, en lugar de a ella.
También existe la posibilidad de practicar la Comunicación No Violenta (CNV), un proceso de comunicación desarrollado en los años 60 por el psicólogo estadounidense Marshall Rosenberg. Esta se enfoca en tres aspectos: autoempatía (definida como una profunda y compasiva percepción sobre nuestra propia experiencia), empatía (basada en entender y compartir una emoción expresada por otro) y autoexpresión honesta (una forma de expresarse auténticamente, pero de una manera que haga más probable que surja la compasión de los demás).
Rosenberg publicó numerosos libros que se pueden adquirir hoy en día para aprender sobre el tema, y también es posible acceder a todo tipo de formaciones para integrar estos conocimientos en nuestra forma de proceder diaria.
Pilar Guzmán lleva desde 2016 practicando CNV. ¿Cómo comunicaría ella la necesidad de poner cierta distancia con esta amiga de la que hemos hablado, si eso es lo que hemos decidido? “La CNV propone expresarnos siempre en términos de sentimientos y necesidades partiendo de una 'observación' objetiva de los hechos, por lo que diría: 'Cuando vemos que te estás interesando por temas esotéricos, porque estás aprendiendo a leer el tarot…'. Después, se plantean los sentimientos: '…nos sentimos sorprendidas e incómodas'. Y, ahora, se trataría de identificar de qué 'necesidades' nos hablan estos sentimientos: 'Nos sentimos así porque, para nosotras, son importantes la confianza y la seguridad, y pensamos que, por ese camino, podemos encontrarnos con problemas'. Por último, plantearíamos la 'estrategia' que nos ayuda a ocuparnos de esas necesidades: 'Por eso, hemos decidido distanciarnos un poco por ahora”.
Pero hablar de esta manera, además de mucho entrenamiento, exige cierta valentía: “Es cierto que suele preocupar el cómo se pueda sentir la otra persona; la creencia de que nuestros sentimientos dependen de lo que hagan o digan los demás tiene mucha fuerza en nuestra sociedad. Esta mirada empática en la que puedes expresar tus sentimientos y lo que es importante para ti suele liberarnos de esa carga tan pesada”, considera.
Eso sí, para ella el principal escollo que existe a la hora de comunicarse 'bien' es saber interpretar nuestros propios sentimientos y emociones. Pese a que es algo a lo que se le suele dar bastante importancia en la crianza moderna —son muchos los colegios que integran la identificación de las emociones en su currículo, además de existir innumerables libros y películas relacionados con esta temática, como la reciente Del revés 2—, no es algo que los adultos tengamos demasiado trabajado. “Estamos acostumbrados a expresarnos desde el juicio, por lo que es complicado darle la vuelta a lo que llevamos toda la vida haciendo”, considera Guzmán.
También ayuda, probablemente, quitarse la presión de la 'amistad romántica', de las 'mejores amigas para siempre' de encima, como ya hicimos al desmitificar el amor romántico: “No todas mis amistades femeninas son fáciles, incluso ahora. Son —y serán siempre— un trabajo continuo definido por las intimidades compartidas, el esfuerzo común y, en general, el tratar de no ser una persona imbécil”, resume Cohen.