La debacle «tory» amenaza con dejar a Rishi Sunak sin escaño
El Parlamento británico es una de las asambleas representativas más antiguas del mundo. En los últimos siglos, ha sobrevivido a rebeliones, guerras, invasiones, la vida amorosa del rey Enrique VIII e incluso un Brexit. Pero nunca antes en la historia se había planteado la siguiente pregunta: ¿Qué ocurre si el primer ministro pierde su escaño?
Por deshonrosa que fuera la derrota para su partido, el inquilino del número 10 de Downing Street siempre ha logrado conservar su asiento en Westminster. Sin embargo, es tal el aniquilamiento que vaticinan los sondeos para el Partido Conservador tras catorce años en el poder que el propio Rishi Sunak –que se presenta a la reelección en el distrito de Richmond y Northallerton– podría ser el primer en protagonizar la gran humillación tras la cita con las urnas el 4 de julio. Incluso en su punto más bajo, la ventaja relativamente pequeña de Margaret Thatcher en Finchley se tradujo en una ventaja de 20 puntos sobre el candidato laborista en esta circunscripción.
Tres cuartas partes del actual Gabinete podrían perder sus escaños en un baño de sangre electoral entre conservadores de alto rango, según la encuesta más devastadora realizada por Savanta, que les da tan sólo 53 parlamentarios de los 650 que están en juego.
Entre los que podrían perder su asiento figuran James Cleverly, titular de Interior, Grant Shapps, ministro de Defensa, y Penny Mordaunt, presidenta de la Cámara de los Comunes. Y esto tendría grandes repercusiones para el futuro de la formación, ya que tanto Shaaps como Mordaunt son dos de los favoritos del ala moderada para las primarias que se dan por hecho se celebrarán tras la más que segura dimisión de Sunak por el varapalo en las urnas. Kemi Badenoch, titular de Negocios, sería el perfil más alto de los seis supervivientes del Gabinete. Representa al ala dura y suena cada vez con más fuerza para ser la futura líder.
Cuando se convocaron las elecciones anticipadas, los laboristas ya sacaban una ventaja de más de veinte puntos a los conservadores. Ha sido la inesperada irrupción en campaña del populista Nigel Farage, con su partido de derecha radical Reform UK, lo que está creando serios problemas a los «tories».
Mientras que todos los llamados «padres centristas» han desertado y se han pasado bien al Partido Laborista o a los Liberal Demócratas, el voto conservador tradicional exige ahora respuestas mucho más contundentes a cuestiones como la inmigración. Y es Farage quien representa su voz.
El problema es que, en Reino Unido, un gran número de votos no se traduce en un gran número de escaños. En 2015, el UKIP de Farage consiguió convertirse en la tercera fuerza más votada, con el 12,6% del respaldo, desbancando a los Liberal Demócratas, que sacaron un 7,9%. Pero mientras que estos últimos se hicieron con ocho diputados, los de Farage tan solo consiguieron uno.
El llamado «First Past the Post» (FPTP, traducido como «el primero que llega a la meta gana») data de 1948. Desde su entrada en vigor, ha sido calificado como «injusto y desigual». Pero se le perdonaba todo porque –según sus creadores– permitía «gobiernos fuertes, estables y decisivos». Se trata de un sistema uninominal mayoritario que divide a Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte en 650 circunscripciones, con una media de 70.000 electores cada una. Cada circunscripción elige a un diputado, no directamente al primer ministro británico.
Para ganar, el candidato a diputado no necesita obtener una mayoría de votos (es decir, el 50% + 1). Solo requiere tener un voto más que el resto. En otras palabras, el candidato que más votos recibe se lleva el escaño, mientras que el resto de los sufragios caen en saco roto. De esta manera, se favorece la formación de grandes mayorías parlamentarias, pero se hace a costa de ser muy poco proporcional y hace realmente difícil la entrada de nuevos partidos a la Cámara de los Comunes.
En 2011 se celebró un referéndum para tener otro más representativo a petición de los Liberal Demócratas –en ese momento en Gobierno de coalición con el «premier» conservador David Cameron–, pero los británicos se mostraron en contra de cambios.
En las elecciones de este año, entra además en vigor la nueva delimitación de las circunscripciones, proceso que se realiza aproximadamente cada dos décadas para ajustar los distritos a los cambios de población. El número de escaños para Inglaterra aumenta ahora de 533 a 543; Escocia pasa de 59 a 57; Gales es el gran perdedor pasando de 40 a 32; mientras que la situación en Irlanda del Norte se mantiene sin cambios con 18 escaños. Si el sistema ya favorecía de por sí a los conservadores, ahora los laboristas lo tienen aún más complicado, ya que necesitan un mayor «swing» –cambio de votos– para poder hacerse con la mayoría absoluta.
La victoria de Margaret Thatcher en 1979 se basó en una oscilación de 5,3 puntos (la segunda mayor en la era de la posguerra) y una ganancia neta de 55 escaños. Por su parte, en 1997 Tony Blair logró un swing contra los conservadores de 10,2 puntos, estableciendo un récord de posguerra. Consiguió un total de 418 escaños. Ahora sin embargo, si las filas de Starmer consiguen una oscilación de 12,7 puntos tan sólo tendrían una mayoría simple. Por lo tanto, para conseguir en julio una victoria épica, necesitan igualar el desempeño de Blair y confiar que a los conservadores de Sunak les vaya aún peor que a sus predecesores bajo John Major.