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Июнь
2024

Las botas del pasado y del presente, por Ramiro Escobar

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De pronto, cuando se creía que en América Latina ya no se producían golpes de Estado como los de antaño, con tanques tumbando puertas, en La Paz el general Juan José Zúñiga trae las botas del pasado, como para recordarnos que hay militares siempre listos. No importa tanto ahora si fue un montaje, una opereta, el asunto es que se produjo.

Porque, incluso si el pedido del presidente Luis Arce para que se haga un golpe ‘bamba’ a fin de aumentar su popularidad fuera cierto, el penoso hecho es cuán dispuestos están los militares bolivianos a entrar en estas componendas. Acaso porque son fieles a su vieja tradición de haber perpetrado decenas de asonadas en la historia republicana.

Basta volver al 2019 para recordar cómo el expresidente Evo Morales fue “invitado” a renunciar por el comandante general del Ejército, Williams Kaliman, en medio de una convulsión social. O retroceder hasta diciembre de 1943, cuando el mayor reformista Gualberto Villarroel dio un golpe de Estado, tomó el poder y gobernó por tres años.

El 21 de julio de 1946, Villarroel fue sacado de su oficina a golpes, apuñalado y luego colgado de un poste en la plaza Murillo, frente al Palacio Quemado, allí donde el miércoles 26 de junio pasado el general Zúñiga pretendió inventar la pólvora de los derrocamientos. El propio palacio se llama así porque en marzo de 1875 fue incendiado por una turba.

Han pasado demasiadas cosas turbulentas en esa plaza, y en Bolivia, como para imaginar que había inocencia en este tenso episodio político-militar. Si Zúñiga aceptó la puesta en escena, peor para él, pues eso indica que no era un institucionalista. Y si no fue así, tenía que saber que, a pesar de su tormentosa historia, su país no es una república bananera andina.

Pero si bien la responsabilidad principal es de este oficial, no hay que olvidar que el combustible principal de este tumulto es la pelea entre Arce y Morales, quienes se disputan la candidatura presidencial del 2025 del Movimiento al Socialismo (MAS). Ambos se quejan del ‘golpe’ y no reconocen que ellos mismos echaron leña al fuego militar.