José María Barreda: «En la Transición se evitó un choque de trenes, pero hubo más de 800 muertos»
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Entre otros muchos cargos en diferentes administraciones públicas (concejal en Ciudad Real, diputado regional, senador, consejero, presidente de las Cortes autonómicas, vicepresidente de la Junta y diputado nacional), José María Barreda (Ciudad Real, 1953) también fue presidente de Castilla-La Mancha durante siete años: desde 2004, cuando José Bono salió rumbo al Ministerio de Defensa, a 2011, cuando perdió las elecciones contra María Dolores de Cospedal. Tras varias legislaturas ocupando un escaño en el Congreso, Barreda puso fin a 36 años de política en las instituciones en 2019. A continuación, volvió brevemente a la universidad, donde dio clase como profesor de Historia Contemporánea en la Facultad de Letras de Ciudad Real y ahora, ya jubilado, publica el libro 'Un militante de base en (la) Transición', editado por Catarata y con prólogo de Nicolás Sartorius. - Parece que cuando un político se jubila tiene que escribir un libro. ¿Qué le ha motivado a usted a hacerlo? Antes de jubilarme ya escribí varios libros, empezando por la tesis doctoral sobre economía y política en La Mancha durante la Restauración, fijándome, sobre todo, en el proceso electoral. No es una cuestión de haberme jubilado únicamente. Sobre la motivación de este libro, lo que hago es una reflexión personal a partir de mi propia experiencia en unos años particularmente agitados y cruciales en España. En los últimos años del franquismo había una pulsión de cambio para conseguir democracia y libertad. En esos momentos estaba en la universidad, adonde llegue procedente de un colegio de Marianistas en el que había conseguido tener una conciencia social importante a partir de las lecturas que hacíamos de los textos del Vaticano II y de las encíclicas de aquellos papas hablando de la necesidad de justicia. Y ya en la facultad empecé a colaborar con los movimientos antifranquistas. En esos años se produce una evolución importante. Por eso en el título juego con la ambigüedad de poner entre paréntesis '(la) Transición'. Durante la Transición hubo una evolución importante. Recordemos que el Partido Comunista acaba renunciando al leninismo y el Partido Socialista acaba renunciado al marxismo. Mi evolución es desde posturas izquierdistas a la socialdemocracia, entendiendo que esta es la única posibilidad de que haya libertad y democracia al mismo tiempo que igualdad. - ¿Se vivió de manera muy diferente la Transición en Madrid, donde estaba todo, que en una ciudad de provincias como Ciudad Real? Claro. Hay que situarse a principios de los años 70. En Ciudad Real no había universidad, era una ciudad pequeña y, lógicamente, la caracterización sociológica y la expresión política se producía de otra manera. Eso era inevitable. Como decían en la Edad Media y escribió el gran historiador belga Henri Pirenne: «El aire de la ciudad hace libres». - La imagen de la portada es la de un policía dando con la porra a un ciudadano. Sabemos de dónde veníamos (la dictadura) y dónde desembocamos (la democracia), pero entre medias ¿hubo mucha gresca, mucha bronca? Sí, la hubo. La fotografía de la portada es de Bernardo Pérez, que trabajó en 'El País' mucho tiempo, y es del año 1979. Si la observamos más detenidamente, vemos que los policías ya no están vestidos de gris, sino de marrón. En 1978, el Gobierno cambió el uniforme porque recordaba a la policía represiva del franquismo. No obstante, en 1979 todavía había manifestaciones que se resolvían como vemos en la foto. La Transición es un gran éxito. Contra el pronóstico de muchos observadores, y también en contra de la tradición histórica de España, que fue una sucesión casi continua de guerras civiles durante los siglos XIX y XX, en vez de liarnos a tiros una vez más, se supo llegar a un consenso; mantener un diálogo que permitió organizar nuestra convivencia en paz. Fruto de ese entendimiento es la Constitución de 1978. Y es verdad que se evitó un choque de trenes que hubiese sido absolutamente nefasto, pero eso no quiere decir que no hubiera violencia. ¡Hubo más de 800 víctimas mortales! Sobre todo del terrorismo, pero también de las fuerzas de seguridad. - ¿Fue uno de esos ciudadanos anónimos que recibió porrazos de la Policía? Alguno que otro, pero la verdad es que, aunque me retiraron el carné en alguna ocasión, nunca estuve detenido. - ¿Por qué los políticos de entonces se pusieron de acuerdo y los de hoy no lo hacen ni en las cuestiones más elementales? La coyuntura es muy diferente y hay que tenerla en cuenta. La historia es irrepetible. Pese a que algunos han acusado a los políticos de la Transición de haber olvidado la historia y de haber caído en la amnesia, creo que el recuerdo de la guerra civil y el de la dictadura, que había durado 40 años y los primeros fueron de una represión horrorosa, pesó como una losa en la conciencia de los dirigentes políticos, que claramente no querían volver a las andadas. Como tampoco quería la inmensa mayoría del pueblo español. Los dirigentes de aquel momento supieron recoger ese sentimiento de lograr una Transición tranquila, democrática, pacífica y supieron articularla. Había dos grandes fuerzas. Por un lado, los reformistas procedentes del régimen, que querían cambiar (en expresión de Torcuato Fernández-Miranda: «Pasar de la ley a la ley») y hacer una reforma que permitiera transitar de la dictadura a la democracia. Esa es la operación que dirigió Adolfo Suárez con mucha inteligencia y mucha audacia. Y, por otro lado, una oposición antifranquista, liderada por el Partido Comunista y por el PSOE, que propugnaba una ruptura democrática. Al final, ninguna de las dos fuerzas tenía la capacidad suficiente. Había un empate de debilidades. La única solución era un acuerdo y así se llegó a, lo que se llamó, la ruptura pactada, con una Constitución que, al no ser de nadie, fue de todos. Y con esa Constitución estamos viviendo el periodo más largo en libertad y democracia de toda nuestra historia. - ¿Cuánto de teatro hay en la política? Se lo digo porque si uno mira el Congreso parece que estamos a punto de tomar las armas y luego, en la calle, hay una total normalidad entre personas con ideas distintas. Los dirigentes políticos siempre deben ser conscientes de su responsabilidad. Tienen un plus de responsabilidad. Si antes decía que la historia contemporánea de España ha sido una sucesión casi continua de guerras civiles no es porque en el ADN del pueblo español haya una propensión al cainisimo. Es por la responsabilidad de las clases dirigentes, que en algunos momentos han inducido al enfrentamiento. Por eso, los dirigentes políticos deberían tener cuidado de no utilizar las palabras como puños, de hacer pedagogía del pacto, del entendimiento, de la colaboración. Hay una definición de la política que ya hacían los clásicos y que repito con frecuencia: «La función de la política es sustraer al odio su carácter eterno». - Usted ha tenido cargos en diferentes administraciones y distintos niveles, ¿dónde es más y dónde es menos agradecida la política? Lo que compensa de la actividad política es poder pasar de las musas al teatro, es decir, la capacidad de tener un proyecto y poder realizarlo. Y si eso lo haces pensando en el interés general, y en el progreso y el desarrollo de tus paisanos, pues compensa. A nivel personal, quien crea que en política se le van a agradecer los servicios prestados está equivocado. Los ciudadanos, con razón, están en lo suyo. - ¿Su mayor acierto fue inundar de libros el Alcázar de Toledo? De eso estoy muy contento, sin ninguna duda. Ahora que se habla tanto de resignificar los monumentos le voy a contar una anécdota que me parece significativa. Cuando presidía la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados, por cierto durante un Gobierno de PP, se organizó una visita a las tropas españolas en Mali y yo encabecé esa delegación. Allí nos encontramos con oficiales, y una de ellas era una capitán de Toledo. Era una chica joven. Me explicó que había estudiado en la biblioteca del Alcázar y que, para ella, el edificio no tenía la significación del general Moscardó y del asedio, sino que simplemente era una biblioteca y un centro cultural. Le puedo asegurar que ese día quedé muy contento. - ¿Su mayor fracaso fue perder las elecciones contra María Dolores de Cospedal en 2011? No. Las elecciones hay que valorarlas en el contexto de cada momento. Las de 2007 se las gané con varios diputados de ventaja, en 2011 ella me sacó un solo diputado en Guadalajara y estábamos en un contexto muy difícil, con los efectos de la crisis mundial de 2008, también con los problemas que teníamos en el Gobierno socialista y, bueno, mantuvimos el tipo. Hay que saber ganar y saber perder. Yo supe perder, pero creo que ella no supo ganar. - Permítame una pregunta malvada. Con José Bono o Emiliano García-Page de candidato, ¿el PSOE también hubiera perdido en Castilla-La Mancha en 2011? Eso nunca se sabrá. Como historiador, los futuribles no tienen ningún sentido. - ¿Qué aprendió de los jóvenes en su vuelta a la Facultad de Letras de Ciudad Real como profesor titular de Historia Contemporánea? Lo pasé muy bien, pero le voy a decir una cosa que me disgustó y me preocupó. Cuando les pregunté cómo se informaban de lo que pasaba en España y en el mundo, me contestaron que no leían la prensa ni tampoco escuchaban la radio ni veían la televisión. Me aseguraron que se informaban por las redes sociales. Eso es muy peligroso. En este comportamiento está la raíz de un populismo cuyos efectos acabamos de ver de manera extraordinaria en los resultados de las elecciones europeas. A Pierre Vilar, uno de los hispanistas que mejor ha conocido la historia de España, le preguntaron: «¿Para qué sirve estudiar Historia?» Y él contestó: «Para saber leer un periódico». - La última. ¿Cómo hablarán los libros de Historia de Pedro Sánchez? Se necesita perspectiva. Una cosa es la Historia como ciencia social, donde tiene que haber un esfuerzo de objetividad y de honestidad, explicando qué fuentes se utilizan y qué metodología, y otra cosa es la memoria, y no conviene confundir los planos. - Ya lleva seis años como presidente del Gobierno y diez como líder de los socialistas... Ya, ya, pero los especialistas en Historia Antigua y Medieval a veces nos dicen que lo que hacemos los especialistas en Historia Contemporánea es periodismo. Es una boutade, pero quiero decir que se necesita una mayor perspectiva temporal.