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Июнь
2024

Editorial: Mona que viste de jaguar solo logra aparentar

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Costa Rica se acerca al final del primer semestre del 2024 con resultados que sugieren más preguntas que respuestas. El primero es el cuestionable dinamismo de la llamada “economía jaguar”. El Banco Central (BCCR) y las autoridades del gobierno se muestran encantadas con el adjetivo endilgado al país en febrero por un analista de un banco internacional. Desde entonces, el jaguar es protagonista de logos, conferencias de prensa y hasta proyectos de ley. Pasó de felino a trapo de dominguear de la actual administración.

Si bien los jaguares son conocidos por su fuerza y agilidad, la “economía jaguar” no presenta estas características. De acuerdo con los datos más recientes del índice mensual de actividad económica (IMAE), el crecimiento se estancó en los primeros cuatro meses del año. El régimen definitivo, donde se genera un 85 % del producto interno bruto (PIB), creció un 3,3 %, una cifra baja en relación con el 5 % de hace pocos meses. Otro indicador llamativo es la caída de la confianza de los consumidores.

Según datos de la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica, el índice de confianza del consumidor se redujo de 50 a 45 puntos en la medición más reciente. Al mismo tiempo, la evaluación de las políticas económicas del gobierno alcanzó su peor calificación. Solo un 17 % de las personas las valoran positivamente contra un 44 % de los encuestados que las califican de pobres. El resultado no es de extrañar si se consideran los problemas que enfrentan las familias y las empresas para adaptarse a un entorno de alta volatilidad de las variables financieras (tasas de interés, tipo de cambio e inflación).

El panorama hacia delante no es halagüeño. El BCCR calcula una desaceleración en el 2024 y el 2025, producto de una débil demanda interna y menos dinamismo del sector externo. En este contexto, a las más de 185.000 personas que buscan trabajo les será más difícil hallarlo. La Hacienda pública tampoco conseguirá revertir sus pobres resultados del primer trimestre. Si la gente consume menos, las empresas venden menos y, por ende, tributan menos, lo cual seguirá limitando la cantidad de recursos disponibles para atender las urgentes necesidades de educación, salud y seguridad.

En materia de educación, tenemos la peor crisis de los últimos 40 años. En esto tampoco logramos emular a los tigres asiáticos. El mercado laboral demanda cada vez más y mejores habilidades; sin embargo, los estudiantes están sometidos a un sistema con profundas carencias en enseñanzas básicas. La mejor evidencia son los resultados de las pruebas PISA, en las cuales Costa Rica sigue retrocediendo: en el 2019 ocupábamos el puesto 49; hoy estamos en el número 57 entre 81 países.

En infraestructura, la situación empeora constantemente. Las vías son deficientes y las obras necesarias para evitar mayor saturación están paralizadas, sin clara fecha de inicio. En materia de agua potable y saneamiento, los racionamientos y la contaminación son elocuentes denuncias de las deficiencias. Nuestra infraestructura en salud no crece ni se moderniza, pero sí aumenta la deuda del gobierno con la Caja Costarricense de Seguro Social, uno de los próximos desafíos fiscales del país.

La habilidad del jaguar para el camuflaje no puede ser emulada con éxito durante mucho tiempo en el ámbito de la política pública. La buena política requiere mucho más que logos en las redes sociales, el aprovechamiento de los logros de otras administraciones para apuntalar la gestión propia y la promoción de una imagen de economía fuerte mientras las bases reales sufren menoscabo.

El precio de aparentar ser un jaguar es el sacrificio del crecimiento económico sostenido en el tiempo, el aumento de la desigualdad y el incremento de los riesgos económicos y financieros futuros. No podemos saber si realmente vamos bien mientras no sepamos hacia dónde.