Lina Morgan, las piernas zambas que provocaban carcajadas
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María de los Ángeles López Segovia fue una mujer que nació en Madrid el 20 de marzo de 1936 y murió en la misma ciudad el 19 de agosto de 2015. Un día, con apenas veinte años, decidió convertirse en Lina Morgan , y con este nombre esa mujer se convirtió en inmortal. Pocos artistas españoles han tenido su trascendencia, su popularidad y han dejado una huella tan profunda en nuestros escenarios y nuestra televisión. Buena prueba de ello es la serie documental ' Lina ', dirigida por Israel del Santo , y que se estrena hoy en Movistar Plus+. Ante sus cámaras desfilan cerca de medio centenar de figuras que la conocieron, la trataron o simplemente la admiraron, como José Sacristán, Eduardo Navarrete, Albert Boadella, Bárbara Rey, Jesús Cimarro, Lluís Pasqual, Lolita, Manolo Zarzo, Mónica Pont, Paco Mir, el padre Ángel o Rosa Belmonte. Además, dieciocho intérpretes le rinden un particular homenaje recreando alguna de las escenas que ella protagonizó a lo largo de su carrera: Silvia Abril, Goizalde Núñez, José Mota, Manuela Velasco, Pepa Rus, Pepe Viyuela y Anabel Alonso son varios de estos artistas. «'Lina' -dice el director del documental, dividido en tres capítulos- es la historia de la bailarina de la última fila a la que nadie podía dejar de mirar. No es fácil hacer reír, y más aún hacerlo cada tarde, a las nueve y cuarto y sobre las tablas de un teatro». Ese teatro fue, durante muchos años, el Teatro de La Latina , situado en uno de los barrios más castizos de Madrid. Muy cerca de aquel teatro, en el número 4 de la calle Don Pedro, nació Lina Morgan. De niña jugaba junto a José Luis, el más pequeño de los cinco hermanos (ella era la cuarta), en los alrededores de aquel teatro, que había sido cine durante los años de la Guerra Civil y donde tras ella empezaron a representarse espectáculos de revista. «Cuando jugábamos a sus puertas, con una fantasía infantil desbordante, le decía: algún día este teatro será nuestro». Y lo fue. En 1978 se lo alquiló a su entonces propietario, Matías Colsada , y cinco años después lo compró, junto a su hermano José Luis, por 127 millones de pesetas. El teatro, a cuyo escenario se había subido con tan solo 16 años, y con el que había fantaseado de niña, era suyo. Lina Morgan, sigue Israel del Santo, «era bajita, de piernas cortitas y más bien feúcha. Nadie diría que esa chiquilla pudiera llegar a competir con las grandes estrellas que protagonizaban las Revistas y llenaban los teatros de los años 50 y 60. Pero ella tenía algo, un don, que no tenían aquellas supervedettes; ella sabía hacer reír ». Carcajadas y autobuses «Hacer reír» es una expresión que en realidad se queda corta en el caso de Lina Morgan. Ella provocaba estallidos de carcajadas cuando reviraba su boca para dibujar una mueca imposible, ponía oblicua su mirada o sus piernas zambas y las convertía en dos extremidades de goma. «Tú veías la cara de la gente mirando a Lina y era una auténtica devoción», dice José Sacristán en el documental. '¡Vaya par de gemelas!' (1980-1983), 'Hay que decir que sí al amor' (1983-1984), '¡Sí al amor!' (1985-1987), 'El último tranvía' (1987-1991) y 'Celeste... no es un color' (1991-1993) fueron los títulos que protagonizó en su Teatro de La Latina; todos ellos fueron fenómenos de nuestra escena, y a la puerta del teatro se podían ver cada día autobuses venidos de toda España para acudir a sus espectáculos. 'Vaya par de gemelas', por ejemplo, recaudó 2.700 millones de pesetas (unos 16 millones de euros) durante los tres años que estuvo la obra en cartel. «Hay sectores, no sé si llamarlos intelectuales -se quejó en una ocasión-, que me acusan de ejercer populismo, como si fuera algo negativo. Parece que tuviera que pedir perdón porque vengan de toda España a verme». Y en todas esas revistas, su constante estribillo: « Agradecida y emocionada, solamente puedo decir: gracias por venir », la canción que compusieron para ella Gregorio García Segura y Manuel Santos en 1975, y que convirtió en su himno, con una frase que ha trascendido el escenario y forma parte ya del lenguaje popular. Noticias Relacionadas estandar No La vida secreta de Lina Morgan: sonrisas, lágrimas y una herencia de dos millones A.B. Buendía estandar Si Juan Carlos Pérez de la Fuente: «El repertorio es un bosque; si se quema, no es fácil de recuperar» Julio Bravo Pero el éxito se multiplicó con la retransmisión televisiva de sus revistas . El 11 de enero de 1988, la emisión por La 1 de 'Sí al amor', grabada en el propio Teatro de La Latina, fue vista por 17 millones y medio de espectadores y superó el 84 por ciento de la audiencia. 'Vaya par de gemelas', el 27 de diciembre de 1983, fue seguida por 19,7 millones de espectadores, con una cuota de aceptación del 8,8 por ciento. El nombre de Lina Morgan era sinónimo de audiencias y cuando los directivos de RTVE querían mejorar las suyas, programaban una de sus revistas. El 1 de enero de 1990, se emitió 'El último tranvía', que vieron 6,5 millones de espectadores (el 72 por ciento de la audiencia); en las Navidades de 1993, 'Celeste no es un color' congregó a 9,5 millones de espectadores (61 por ciento de cuota de pantalla); ya existían entonces las cadenas autonómicas y las privadas. En 1995, 'La noche de Lina', un programa especial navideño producido por Valerio Lazarov , tuvo un 54% de cuota de pantalla y congregó a 8 millones de espectadores. 'Hostal Royal Manzanares' Pero faltaba por venir el mayor fenómeno televisivo protagonizado por Lina Morgan: la serie ' Hostal Royal Manzanares ', producida también por Valerio Lazarov, y que se emitió desde febrero de 1996 hasta Navidad de 1997. Ese día, se emitió el capítulo final, que reunió a 7,33 millones de espectadores. La emisión más vista de la serie fue el 15 de mayo de 1996, con 8,67 millones de espectadores y una cuota de pantalla del 50,6 por ciento (la final de la Champions de este año entre el Real Madrid y el Borussia Dortmund fue vista por 6,85 millones de personas (el 54,1 por ciento de la audiencia). « El éxito es mi gasolina , sin éxito no se podría vivir -decía Lina Morgan-. Y la fama para mí es fantástica, no me cuesta ningún sacrificio. No quiero ponerme unas gafas y un pañuelo para que la gente no me reconozca por la calle. Si he luchado cuarenta años por la fama, recorriendo mil veces España de arriba abajo, cómo voy a renunciar a ella». Ni siquiera nueve años después de su fallecimiento.