El vía crucis del serums
La muerte del serumista Benjamín Llacuachaqui en el ómnibus de la muerte que atrapó a más de 19 personas entre los fierros retorcidos en la vía Los Libertadores ha puesto los reflectores sobre la situación y los derechos que no les son reconocidos a los graduados que deben cumplir este servicio para convertirse en médicos.
Este joven se vio obligado a viajar hasta Ayacucho para ir a hacer un trámite administrativo que bien se podía cumplir en Lima, pero que la burocracia exige que se cumpla en la sede donde se realiza la práctica profesional.
Sus padres señalan que este trabajo de los serumistas es extremadamente sacrificado, sin que se cumplan los beneficios que corresponden al Estado. Hay algunos pagos que no están normados y otras consideraciones que no se realizan.
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Sin embargo, las poblaciones alejadas que tienen la ventaja de contar con un serumista reconocen esta contribución que se desarrolla durante un año y comprende la labor social en vinculación con las comunidades a las que se les brinda la atención médica.
Han sido muchos serumistas los que este año cumplen su servicio en las zonas más remotas del país. Se trata de personal que atiende a poblaciones que no gozan de ningún servicio de salud, excepto el que brinda el serumista. En algunos lugares como Trompeteros, un joven médico atiende a un promedio de 10.000 personas.
Es necesario que se aborde esta situación y se dé visibilidad a estos jóvenes que brindan servicio sin retribución, salvo algunos pagos de movilidad que de ninguna manera responden a la necesidad y al riesgo que representa por los peligros que entraña la vida en zonas tan alejadas.
