ru24.pro
World News
Май
2024

¿Es tan malo el polémico retrato de Carlos III?

0

En 2020, el artista Jonathan Yeo recibió el encargo de retratar al entonces príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra, para celebrar su 50 aniversario como miembro del gremio textil británico The Draper’s Company. Hace unos días, el cuadro fue presentado con la presencia del ya monarca Carlos III. La primera impresión del soberano fue de desconcierto y de no saber exactamente bien lo que estaba viendo. Ante su súbita falta de criterio sobre la obra, le pidió al propio autor que se la explicara. Y, durante unos segundos, este no supo qué argumentar. Malo es que el retratado no se reconociera en la pintura, pero peor es que el artista no acertara a encontrar las palabras para desentrañar sus intenciones. Todos los elementos se alinearon para que esta escena -grabada y distribuida por las redes- se convirtiera en el detonante de miles de comentarios y mofas.

El cuadro -que evidencia el deterioro y la falta de respeto entre la opinión pública que han alcanzado los retratos oficiales- muestra al monarca británico con el uniforme de los Guardias Galeses con el que fue nombrado coronel en 1975. Su rostro grisáceo denota preocupación -rictus este cuyo origen es desvelado por una mariposa que se posa en su hombro, y que simboliza su interés por la naturaleza y los efectos destructivos del cambio climático-. La figura de Carlos III ha sido representada por Yeo sobre un intenso fondo rojo incandescente, que ha llevado a algunos espectadores a interpretarla como flotando en un lago de sangre o, incluso, incinerándose en un horno de fuego.

 

Técnicamente, Jonathan Yeo ha optado por una fórmula que se remonta a la mítica escuela de Londres y pintores de tanto peso en el arte del siglo XX como Lucien Freud o Bacon: la combinación de los lenguajes figurativos y abstractos. De hecho, son tres los niveles de representación que se pueden distinguir en la pintura: el de la cabeza del rey -perfecta y nítidamente construida-; el del cuerpo -con un grado menos de precisión-; y el referido fondo rojo, convertido en una suerte de monocromo rojo. Si se tiene que lanzar un juicio de la manera en que Yeo ha resuelto la transición entre estos tres planos, la conclusión solo puede ser negativa: la obra es un desastre.

Jonathan Yeo es, en rigor, un artista mediocre que se desenvuelve muy bien entre las grandes esferas. Se le dan bien los despachos pero no tanto la pintura. Su pretensión de sumarse a la brillante genealogía de la figuración británica del último siglo constituye una osadía absoluta, máxime cuando, en tiempos más recientes, autoras como Jenny Saville han sabido reformularla en términos tan magistrales. Su mezcla de relamida figuración y gestos de borrado lo aproxima a la española Lita Cabellut, aunque -en favor de esta- hay que decir que su capacidad para armonizar los diferentes registros estilísticos es mucho mayor que la del artista británico. La lista de retratados por Yeo -Kevin Spacey, Dennis Hopper, Damiel Hirst, la reina Camilla, Tony Blair o David Cameron- es larga. Para un gusto poco exigente, su seña de identidad resultará la de un autor descarado y que rompe con los estándares del retrato oficial. Pero para cualquier persona con mínimos conocimientos de arte contemporáneo, el retrato del rey Carlos es un desbarre sin redención posible.