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Май
2024

El mito del San Isidro blanco frente a un origen africano: el estudio científico ignorado en su museo de Madrid

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“La Iglesia no tiene miedo a nada”. Así presumía el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, de las conclusiones extraídas después de un exhaustivo estudio encargado a la Universidad Complutense de Madrid (UCM) por la institución que dirige. El objetivo era “conocer mejor a hombres como San Isidro”. Y lo cierto es que salieron a la luz datos y pistas reveladoras sobre el patrón de la capital y de otras muchas ciudades agrícolas, canonizado debido a los distintos milagros que se le asignan.

El análisis forense del cuerpo que la Iglesia atribuye al labrador se presentó en noviembre de 2022 en la Facultad de Medicina de la UCM, en una inusitada comunión entre ciencia y fe. Además de revelaciones como la edad de su muerte (entre 35 y 45 años, cuando la creencia era que falleció ya nonagenario), uno de los aspectos más comentados de la investigación tenía que ver con los orígenes del santo. El cadáver presentaba “características propias de los grupos afrodescendientes”, que son predominantes. Es decir, tenía raíces africanas, aunque el análisis técnico recogía “otros troncos ancestrales como el caucásico o el asiático”, por lo que “no es posible asociarlo con un único grupo poblacional específico”.

A esta alianza entre religión e investigación, cuyo resultado puede consultarse en este documento, le queda pendiente sin embargo una tercera pata: la divulgación. Prueba de ello son las cuentas pendientes con estos resultados en el Museo de San Isidro, o de los Orígenes de Madrid, situado en el número 2 de la plaza de San Andrés (en el centro de la capital).

Este espacio museográfico, dependiente del área de Cultura del Ayuntamiento y ubicado en la casa en la que vivió el patrón madrileño, propone un viaje por la historia de la ciudad desde la Prehistoria hasta el establecimiento de la Corte y la capitalidad en 1561, momento a partir del cual la evolución de Madrid está expuesta en su Museo de Historia de la calle Fuencarral.

“No nos han indicado nada sobre ese estudio”

Sin embargo, ni la colección permanente del Museo de los Orígenes ni la muestra San Isidro. 400 años de su canonización, visitable hasta el 31 de mayo, abordan a través de obras o textos los matices científicos sobre la forma en la que se ha representado tradicionalmente al santo canonizado en 1622 por el papa Gregorio XV.

En la inmensa mayoría de representaciones se ignora el aspecto al que apuntan las conclusiones del estudio del Arzobispado de Madrid y la UCM, como es lógico dadas las fechas en las que fueron elaboradas, y se le representa con rasgos eminentemente europeos como una piel blanca. Pero tampoco hay un espacio propio dedicado a dichas conclusiones, ni escritos en forma de paneles o pasquines que contextualicen esa información. Las visitas guiadas, al menos las que este medio sigue en su visita al centro, tampoco mencionan el posible origen africano del santo. De hecho, inciden en otros detalles desmentidos por el análisis del cuerpo, como su muerte a los 90 años cuando el cadáver corresponde a alguien de unos 45.

“No tenemos datos de ese estilo y a quienes damos la cara de cara al público no nos han indicado nada sobre ese estudio”, admite en conversación con Somos Madrid una empleada del Museo de San Isidro, al ser preguntada sobre la falta de referencias al análisis promulgado por el Azrbobispado. Comenta que es “un tema de la Complutense”, aunque no cierra la puerta a que información relativa a la investigación se incorpore “en algún momento”. Concluye reconociendo que en los recorridos guiados “se mantienen los chascarrillos de siempre”.

El museo divide su exposición en tres ámbitos: Antes de Madrid, donde se exhiben los restos prehistóricos, romanos y visigodos; Mayrit/Madrid, centrada en la fundación de la ciudad por los musulmanes (único centro museístico municipal que repasa exhaustivamente esta etapa), su incorporación al reino castellano y la llegada de la corte con Felipe II; y San Isidro, dedicada al patrón madrileño y las tradiciones de su época. Una época que el estudio científico sí dató próxima a la que le atribuye la tradición, entre los siglos XI y XII.

Una muestra exhaustiva, pero sin espacio para la ciencia

En cuanto a la colección que conmemora los cuatro siglos de la canonización del santo, repasa el patrimonio creado durante estos 400 años y profundiza en los aspectos del patrón de la Villa, sus milagros, literatura u otras manifestaciones artísticas a las que ha dado lugar. Incluye 190 piezas procedentes de diversas instituciones. Destacan obras de Lope de Vega relacionadas con San Isidro, como el Poema Isidro, de la Biblioteca Histórica; una muestra de música propia de las fiestas patronales que atesora la Biblioteca Musical; importantes referencias a la festividad del Patrón y sus tradiciones que figuran en la Hemeroteca o la obra de Bartolomé González San Isidro en oración, del Museo de Historia.

Aunque no haya referencias al probable origen africano, la mayoría de pinturas o esculturas del labrador sí le presentan de tez morena y barba oscura (no así a su esposa, Santa María de la Cabeza). En contraste, la imagen seleccionada desde el área de Cultura como portada de la muestra San Isidro. 400 años de su canonización es una de las representaciones con un santo de piel más blanca y pelo más claro. Se trata de un óleo sobre lienzo datado en el primer tercio XVIII y atribuido a Juan Pompeyo.

Aunque la muestra deja de lado la investigación de la UCM, está repleta de curiosidades sobre la evolución en la manera de representar al patrón madrileño, especialmente las más modernas bien entrado ya el siglo XX. Un segmento dedicado a la mercantilización de la “marca San Isidro” da cuenta de cómo su nombre y su semblante fueron utilizados para ilustrar desde vino hasta sifón. Un garante de calidad milagrosa pese al carácter tahúr del personaje que deja entrever la ciencia.

Ya en los años sesenta, el cine no fue ajeno a su figura y el director Rafael J. Salvia estrenaba en 1964 la película Isidro, labrador. El actor valenciano Javier Escrivá, galán curtido en el teatro, dio vida al santo mientras que la madrileña María Mahor se metió en el papel de su esposa. Una versión familiar y melosa de su historia, aunque quizá el exceso de almíbar no era la única inexactitud en la pantalla.