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Май
2024

La derrota tiene una dignidad que Feijóo no conoce

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La secretaria general del PP, Cuca Gamarra; el presidente del partido PP, Alberto Núñez Feijóo y el candidato del PP, Alejandro Fernández  durante un mitin del PP, en L'Hospitalet de Llobregat.

Saber llegar, saber estar y saber acabar. No es fácil y tampoco habitual. Pere Aragonès lo ha hecho en un acto de honestidad y responsabilidad  que los suyos agradecen. Siempre es mejor cerrar la puerta con sigilo a que alguien le cambie la cerradura sin previo aviso. El president de la Generalitat ha sabido, cómo no, leer con claridad el batacazo de ERC en las urnas. No ha puesto paños calientes ni buscado excusas. Se va y punto, no como Puigdemont, que clama por una segunda vuelta para no tener que cumplir con su compromiso de pasar a la jubilación si no es investido president. Le corresponde ahora a ERC elegir entre susto o muerte y el dilema no es sencillo.

Ninguno de los escenarios posibles, después de este 12M, le favorece. Si entra en un tripartito con el PSC y los comunes le resultará imposible taponar la hemorragia de votos y se pondrá la soga al cuello. Si promueve el bloqueo y facilita una repetición electoral, favorecerá a Junts y sacrificará a Junqueras, que con Aragonès ya fuera tendría que asumir la candidatura en el peor momento de los republicanos. La menos lesiva sería no entrar en el gobierno pero facilitar con su abstención la investidura de Salvador Illa, si bien esta opción también tiene detractores entre los partidarios de perder el poder y no prestar apoyo desde fuera para recuperar la confianza del votante perdido que quiere unidad en el independentismo. Y es que en la dirección también hay quien cree que la candidatura de Puigdemont les ha pasado factura pero no tanto en términos de votos, sino porque ha terminado por dar más motivos a los suyos para no movilizarse.

Todo, por tanto, está abierto. Y en el PSOE-PSC no hay ninguna prisa por cerrar el gobierno. La victoria de Illa es incontestable. Y hay dos consignas. Una, exprimir la victoria y el relato de que Sánchez ha acabado con el procés y reducido al independentismo a su mínimo histórico hasta las europeas sin entrar en el con quién, cómo o cuándo. Y dos, repetir el Illa-Illa-Illa como mensaje de que los tiempos y la negociación le corresponden al primer secretario del PSC y que no estarán tutelados desde Madrid, diga lo que diga una derecha que, a diferencia de Aragonès, ni ha sabido leer los resultados ni tampoco entendido el momento.

En política no hay nada peor que cerrar los ojos al tiempo político, que es lo que ha hecho Alberto Núñez Feijóo. No tanto con el resultado del PP, que ha subido de 3 a 15 diputados y sorpasado a Vox como pretendía, sino con la apuesta de Sánchez por la reconciliación y la amnistía que ha permitido abrir un nuevo ciclo en Catalunya. Su relato falaz sobre la llegada del Apocalipsis, el final del Estado de Derecho, la muerte de la democracia y el fortalecimiento del independentismo ha sido ya enmendado hasta por sus comunicadores de referencia. No por todos, pero sí por los más seguidos entre sus cuadros, que no han tenido reparo en admitir que con Illa de president de la Generalitat y con el independentismo sin capacidad para sumar  una mayoría alternativa, la estrategia de Sánchez habrá sido un éxito inapelable. 

La derrota tiene una dignidad que Feijóo aún no conoce. ¿Seguirá con la misma narrativa? ¿Virará la estrategia? Hace tiempo que algunos barones le avisaron de lo que venía y no hizo caso. Ahora, lo hacen quienes le susurran desde los micrófonos. Y algún día, más tarde o más temprano, necesitará a Junts como aliado. El trabajo previo ya se lo ha hecho Sánchez, pero él sigue sin enterarse, prefiere recrearse en un avance que a efectos de gobernabilidad es absolutamente intrascendente, como ya le ocurrió en Euskadi y celebrar que ha dado “un paso de gigante” con el que se dispone a doblar el pulso al PSOE en las europeas. Como no ocurra así, ya puede ir recogiendo el despacho de la séptima planta de la calle Génova. Por lo pronto, Sánchez echará el resto en esas elecciones para las que calienta motores desde este mismo fin de semana mientras sus continuas apelaciones a aglutinar el voto de derechas bajo las siglas del PP se han demostrado absolutamente baldías.