La doble cara de la cría de cabritos
0
En la árida y apacible comarca de Jiloca, entre las llanuras de cereal y bosques llenos de historia, se alza Torralba de Sisones, un rincón apenas conocido, pero hogar y campo de batalla para Marta Martín Abad. Criada entre pastos y ganado, Marta ha tejido su vida en las fibras del territorio que la vio crecer. Recientemente, su valiente apuesta por la sostenibilidad y la preservación del medio rural ha sido reconocida con el primer premio otorgado por Proyecto Bardos por su iniciativa 'Entrecabritos'. En la sede de la fundación COTEC , se celebró la entrega de premios de la tercera edición del Proyecto Bardos, unos galardones que cuentan con la colaboración de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur) y que, desde su génesis, han destacado y honrado el trabajo ejemplar de proyectos inspiradores del medio rural y el sector agroalimentario. En esta ocasión, el foco ha recaído sobre Marta Martín Abad. En esta historia hay mucho más que solo un premio: la posibilidad de pensar la existencia, de buscar preguntas, de añadir un valor no económico a lo que se hace abrazando la identidad de un territorio. Entrega de premios Proyecto Bardos Fademur El proyecto de Marta, bautizado como 'Entrecabritos', es una oda a la sostenibilidad y al arraigo a la tierra. En este pequeño municipio turolense, con apenas 148 habitantes, dirige una ganadería caprina que no solo produce de manera ecológica, sino que también contribuye activamente a la preservación del medio ambiente. La limpieza de montes y la creación de cortafuegos son solo algunas de las acciones que su empresa lleva a cabo para mantener el buen estado del entorno rural. Desde su inicio en 2021, la visión de Marta va más allá de la mera producción ganadera. Con una mirada que amalgama el respeto por las tradiciones y la necesidad imperante de sostenibilidad, su proyecto se erige como un faro en un mar de desafíos. No es solo una cuestión de economía, sino de legado y de resguardo para las generaciones venideras. Su compromiso con el gobierno de Aragón para mantener este proyecto durante al menos cuatro años más demuestra su firme convicción en la viabilidad y el impacto positivo de su iniciativa porque, según dice, «el medioambiente no soporta ni un minuto más la agricultura y la ganadería convencional de estos últimos 60 años». Un enfoque no industrial La actividad ganadera cubre una amplia variedad de necesidades, garantizar la seguridad alimentaria y la salud, potenciar la economía y salvaguardar el medioambiente. Sin embargo, ante el creciente consumo de proteína animal en una población cada vez más numerosa ha creado la necesidad de adaptar el sector a las circunstancias económicas y sociales, materializándose en una doble tendencia. Por un lado, la producción intensiva y por otro, la extensiva. «Yo me canso de escuchar que tengo un proyecto precioso», esta es la frase que repite la ganadora del premio al ver que no existe una concienciación real sobre la situación ganadera en España y que la ganadería intensiva surgida como respuesta a la alta demanda continúa en alza. Este enfoque basado en la industrialización en un espacio limitado, donde los animales son confinados en instalaciones cerradas, sometidos a condiciones artificiales y alimentados con dietas diseñadas para maximizar la producción en el menor tiempo posible, genera preocupaciones sobre la calidad y seguridad de los productos resultantes, así como problemas éticos relacionados con el tratamiento de los animales. La producción ecológica ganadera en España va en aumento y ya es el primer productor ecológico de Europa y el cuarto del mundo, incluyendo tanto actividades agrícolas como ganaderas. Sin embargo, a pesar de este avance, el auge de la ganadería industrial ha superado el ritmo de crecimiento de la producción ecológica. Como resultado, la proporción del censo ganadero que corresponde a prácticas ecológicas ha descendido en los últimos seis años y continúa siendo minoritaria con respecto a la ganadería intensiva. María Martín, en Torralba de Sisones, «Cuando empecé como ganadera me decía a mi misma que iba a funcionar pero cuando empecé, me di cuenta que ni la gente ni las instituciones públicas responden» Marta Martín Abad En este escenario, reclama Martín, urge el establecimiento de una moratoria estatal y regional a la ganadería industrial. Existen Comunidades Autónomas que ya han incorporado medidas. Navarra ha implantado una moratoria parcial con la que no se permiten nuevas explotaciones de vacuno o ampliación de las existentes por encima de las 1.250 cabezas, o Cataluña, que ha renovado las existentes en 68 municipios afectados por la contaminación del agua por nitratos. Las moratorias representan un primer paso, explica la ganadera, pero es crucial entender que deben ser parte de un enfoque más amplio y ambicioso. Hay que solucionar el problema desde la raíz. Esto implica una reducción significativa en el número de animales en sistemas intensivos y apostar por una transformación del modelo productivo. «Lo ideal sería aplicar mi forma de producción a gran escala porque es posible, pero con mucho personal», afirma. Su ganadería, además de proveer carne de cabrito cocinada a baja temperatura y otros productos derivados como chorizo o queso a través de su página web, también es un bastión en la lucha contra los incendios forestales. Los animales que cría no solo respetan el medio natural, sino que contribuyen activamente a su preservación. Un esfuerzo con poca recompensa Además, dispone de una oferta turística para dar a conocer los atractivos de su tierra y ofrecer experiencias en el terreno de la ganadería. «En la medida que se puede, ha servido para dar a conocer el pueblo, para que haya un poco de movimiento y sobre todo, mi interés principal es sensibilizar a la gente con el medioambiente. La gente del entorno rural somos gente corriente que en vez de estar sentados en una oficina, estamos cuidando del monte y los animales. Nuestro trabajo tiene un gran esfuerzo y no se ve recompensado. Me interesa conectar a la gente más urbanita con el medio más rural y con el sector primario». Martín apunta que si realmente existiesen garantías de rentabilidad, una proporción de la población a la que le gusta el medio rural se dedicaría a la ganadería porque advierte que hay «gente muy válida con ideas buenas pero el campo no tiene estabilidad y los consumidores no tienen conciencia sobre lo que sucede porque existe mucha facilidad en la compra». Marta Martín Abad recuerda la importancia de apostar por las minorías, por esos proyectos que no solo generan riqueza material, sino que también tejen redes de sostenibilidad y arraigo.