La lucha de las mujeres insumisas para liberar el pueblo saharaui: "Nos han torturado y violado, pero resistiremos"
“Hay recuerdos que jamás se irán de mi mente. Como en el que entraron los soldados en casa por la fuerza y yo intentaba quedarme con mi hijo mientras los soldados tiraban de él. Es una imagen con la que moriré. La imagen de mi familia cuando los soldados me sacaron, mi madre sostenida por otras personas para no desfallecer, mis hermanas pequeñas, con los brazos cruzados mirando la escena y mi padre apartado en un rincón de la casa. Me secuestraron con 16 años delante de mi familia. Eran las cuatro de la mañana. Fue muy duro. Mi familia no sabía dónde estaba y no se atrevían a preguntar. Yo era una niña y no sabían a dónde me habían llevado. No podían preguntar y no conocían mi paradero. Sufrí abusos sexuales y otras violencias degradantes. Sin embargo, tenía fe y una fuerte convicción de que todos los saharauis estamos destinados a sufrir lo mismo, como los que nos antecedieron y de los cuales no sabemos su paradero”. Las palabras de Mina Baali salen firmes de su boca cuando narra las torturas que sufrió por parte de la policía marroquí con tan solo 16 años por haber participado en una protesta contra otros presos saharaui, pero quiebran cuando habla de sus hijos.
La activista ha pasado toda su vida luchando por la liberación del pueblo saharaui y reside con su marido y sus dos hijos en uno de los territorios ocupados por Marruecos en el Sahara Occidental. La suya es una de las historias más duras del documental 'Insumisas' codirigido por la brasileña Laura Dauden y el colombiano Miguel Ángel Herrera, que recoge las luchas de las mujeres por la resistencia saharaui y que ha inaugurado el Festival Internacional de Cine del Sahara (FiSahara).
“Nunca he dejado de manifestarme. Pero ahora, mi hijo, me dice que me quede en casa. Yo le digo que no me puede pedir eso, que yo con su edad estuve presa. Que nuestra lucha no es algo temporal, que se trata de nuestra nación. Me rompí del todo cuando me dijo 'Mamá nunca te voy a perdonar si por ti no consigo estudiar'. Me impactó. Él siente que mi lucha le afecta, porque quiere estudiar Ingeniería. Me ha costado entender que he dado a mis hijos más responsabilidades de las que debería dar. Aun así aquí estoy y voy a seguir luchando porque nos han torturado y violado, pero no nos han quitado las ganas de luchar. Resistiremos”, reconoce Baali rodeada de sus compañeras en la película y en la vida.
Me secuestraron con 16 años delante de mi familia. Eran las cuatro de la mañana. Fue muy duro. Mi familia no sabía dónde estaba y no se atrevían a preguntar
En medio del desierto más inhóspito no hay más oasis que el que crean cada noche, durante una semana, los cientos de habitantes de Ausserd, el campamento de refugiados saharauis de Tinduf, en Argelia gracias al FiSahara, un festival bajo las estrellas que muestra películas, documentales y cortometrajes para denunciar la vulneración de derechos humanos de distintos pueblos, pero sobre todo el saharaui.
El lema de esta edición, la XVIII, es 'Jaimitna Fi Cinema. Resistir es vencer' ('Nuestra jaima en el cine', en castellano) y estará compuesto por activistas de los cuatro continentes. “Al inicio de la invasión del Sahara Occidental, Hassan II afirmó lo siguiente: 'Hemos ocupado territorios, pero no hemos ocupado corazones'. El pueblo saharaui es corazón, el mismo corazón que tenían los nómadas y que ahora comparten sus nietos. El régimen ocupante ha intentado destruirnos, pero este festival es el reflejo de la cultura de paz contra la violencia, la xenofobia y el racismo. Resistiremos para vencer”, sostienen desde el festival.
Mahfouda Lekfir, al igual que Mina Baali y cientos de mujeres insumisas, también fue encarcelada. En su caso fue durante una concentración pacífica en Marruecos en 2019. “Estaba manifestándome para exigir la puesta en libertad de un preso y me encarcelaron a mí. Sin juicio ni abogados. Recibí varias palizas dentro de la cárcel. Yo sabía que participar en esta lucha me iba a traer consecuencias, pero no sabía las violaciones que se sufrían en la cárcel. Aún así, lo que más me dolió fue que estuve seis meses sin poder recibir la visita de mis hijos. Cuando por fin les dejaron entrar a verme me dijeron que me echaban de menos. No poder responder cuándo volveré a casa me dolió mucho”, reconoce Lekfir.
Estaba manifestándome para exigir la puesta en libertad de un preso y me encarcelaron a mí. Sin juicio ni abogados. Recibí varias palizas dentro de la cárcel
La resistencia saharaui se compone de mujeres insumisas como ellas, que pese a las fuerzas que intentan acallarles, siguen en pie siendo altavoz de una lucha, pero también de la violencia que han vivido. Son aquellas mujeres que se quedan en casa criando mientras sus maridos van al frente o marchan al extranjero a trabajar. Son las que representan a sus pueblos y se organizan para tener agua, electricidad y comida tras casi 50 años en el desierto, en territorio argelino. Son las que resisten también en los territorios ocupados del Sahara Occidental y que se niegan a marcharse, aunque quedarse suponga poner en peligro su vida y la de su familia. Son las que recorren el mundo para que se escuche su voz y que jamás deje de sonar.
En la inauguración del festival, un grupo de mujeres ha acogido a saharauis y vigilantes en un campamento tradicional en el que han mostrado usos y costumbres con comida típica, la fabricación de ropa, música, danzas y juegos tradicionales. La jaima, la típica tienda de campaña de los nómadas saharauis, es el centro de esta edición. “La jaima visibiliza parte de nuestra identidad, la misma que ha querido destruir el régimen marroquí prohibiendo su levantamiento en el Sahara Ocupado”, explica la gobernadora de Ausserd, Jira Bulahi.
Una de las mujeres que ha mostrado las tradiciones de su pueblo es Zeyinbou Edkihil, que ha servido el té acompañada de su madre y su abuela portando un traje tradicional negro. La tradición indica que se deben servir tres tés: el primero de ellos, amargo como la vida; el segundo dulce como el amor; y el tercero, suave como la muerte. Después de tomarlo ha dado comienzo la fiesta que durará hasta el próximo domingo, 5 de mayo y en la que el pueblo saharaui busca resistir y que los ojos del mundo entero no miren para otro lado y sean testigos de una lucha que después de cinco décadas, está más viva que nunca.