Hace tiempo que renunciamos a ser individuos únicos e irrepetibles y aceptamos convertirnos en meros ejemplares de las categorías más diversas. Al principio nos dejamos clasificar de un modo algo burdo, es cierto: pobres o ricos, plebeyos o nobles, nativos o foráneos. Pero pronto tales categorías se volvieron más numerosas y precisas. Primero nos agruparon según criterios culturales o políticos (romanos o griegos, católicos o protestantes). Más tarde, a medida que las sociedades se volvieron más complejas... Читать дальше...