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ANÁLISIS | Los abusos de poder de Trump continuarán hasta que alguien lo detenga, pero eso no sucederá pronto

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Un mes después del comienzo del primer mandato de Donald Trump, su entonces estratega político Steve Bannon acuñó una doctrina para explicar la arremetida conservadora que estaba desmantelando el gobierno de EE. UU.: “la deconstrucción del Estado administrativo”.

Han tenido que pasar ocho años, pero la teoría se está convirtiendo en realidad, y podría presagiar una fatídica remodelación de la gobernanza estadounidense bajo una presidencia poderosa que nunca fue prevista por los fundadores.

Trump y su mercader del caos, Elon Musk, están golpeando a las agencias federales, atacando a los burócratas, recuperando el gasto aprobado por el Congreso, alterando el orden mundial y rompiendo los pactos comerciales.

Siguen un manual desarrollado por los partidarios de la línea dura del movimiento, consternados por los pasos en falso y la pérdida de enfoque del primer mandato de Trump, que están decididos a utilizar una ventana de poder potencialmente corta para forjar un cambio irrevocable.

Una vez más, Trump está planteando cuestiones a una velocidad que deja a otras ramas del Gobierno, a sus oponentes y a los votantes luchando por comprender lo que está sucediendo e incapaces de resistirse.

Están surgiendo cinco cuestiones o tendencias clave que ayudarán a definir su segundo mandato.

  • ¿Están justificados la indignación y el miedo crecientes? ¿Hasta qué punto las sacudidas que afectan Washington son simplemente los signos de una nueva Administración hipercomprometida que implementa un mandato para transformar cómo se dirige el país y quién lo dirige?
  • O, ¿se están convirtiendo las tácticas de Trump en un ataque total a la Constitución por parte de un presidente que cree que tiene una autoridad ilimitada y que se burla de los controles y equilibrios destinados a garantizar que los comandantes en jefe no sean reyes?
  • Musk, quien ejerce un poder inmenso y en su mayor parte invisible trabajando en las profundidades del gobierno federal, es especialmente problemático. No fue elegido ni confirmado por el Congreso y no parece rendir cuentas a nadie, quizá ni siquiera a Trump.
  • Y hay múltiples y crecientes indicios de que instituciones como el FBI, la CIA, el Departamento de Justicia y las agencias federales en las que los estadounidenses han confiado para impartir justicia y mantenerlos seguros, prósperos y saludables son ahora meras herramientas de los caprichos de Trump.
  • ¿Quién va a detener todo esto? Tras la derrota generalizada del pasado otoño, los demócratas están desdentados. Los republicanos que dirigen el Congreso castraron su propia rama del Gobierno para apaciguar a un presidente todopoderoso. Los casos judiciales están encaminados, pero no pueden seguir el ritmo de Trump.

El alcance del juego de poder de Trump es asombroso. Y es posible que estén ocurriendo muchas más cosas entre bastidores que el público no puede ver.

Musk, el hombre más rico del mundo, se jacta de haber puesto a USAID -una agencia que alimenta a algunas de las personas más pobres y desesperadas del mundo y que ha salvado millones de vidas- “en la trituradora de madera”. Se ordenó a los empleados de USAID que regresen a casa desde el extranjero. El jefe de Tesla y sus equipos de choque de niños prodigio deambulan por el sistema nervioso federal con capacidad para acceder a sistemas sensibles de pago del Tesoro y, al parecer, son capaces de forzar la salida de altos cargos y dejar fuera a empleados.

La Casa Blanca paralizó el trabajo de la Oficina de Protección Financiera del Consumidor, encargada de proteger a los consumidores de los abusos financieros. Trump dejó claro que quiere que la nueva secretaria de Educación, Linda McMahon, organice la desaparición de su propio departamento. La Administración hizo a muchos trabajadores federales una “oferta” y CNN informó de que el Gobierno planea despedir a un gran número de personas que no la acepten antes de la fecha límite de este jueves.

Como parte de una supuesta búsqueda para desarmar el Departamento de Justicia y el FBI, la oficina entregó a los ayudantes de Trump información sobre 5.000 empleados que trabajaron en casos del 6 de enero de 2021. Trump le dijo este miércoles a su nueva fiscal general Pamela Bondi que quiere “imparcialidad”, en una escena en el Despacho Oval que no dejó lugar a dudas de que su definición de la palabra exigía una adhesión total a su punto de vista. El ejecutor del FBI elegido por Trump, Kash Patel, ni siquiera llegó todavía, pero parece probable que sea confirmado por el Senado a medida que la agenda de represalias se acelera.

Millones de estadounidenses votaron a un candidato que argumentaba que el Gobierno federal no estaba respondiendo a sus necesidades, tras un agotador capítulo de la historia marcado por crisis financieras, el vaciamiento de la base manufacturera, guerras en el extranjero y una inflación alta que los ha castigado.

Los ayudantes de Trump rechazan la oleada de pánico y condena sobre su fulgurante comienzo de segundo mandato. Argumentan que está haciendo exactamente lo que querían los estadounidenses.

“El presidente Trump fue elegido con el mandato del pueblo estadounidense de hacer este Gobierno más eficiente”, dijo este miércoles la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt. Hizo campaña por todo el país con Elon Musk, prometiendo que el multimillonario de la tecnología iba a dirigir el Departamento de Eficiencia Gubernamental, y que los dos, con un gran equipo a su alrededor, iban a examinar los recibos de este Gobierno y asegurarse de que rinda cuentas a los contribuyentes.

“Eso es todo lo que está ocurriendo aquí”, dijo Leavitt.

El descarado enfoque de Trump, sin embargo, parece ir mucho más allá de la caracterización de Leavitt. Y no obtiene mucho beneficio de la duda como un presidente dos veces destituido que intentó destrozar la democracia para mantenerse en el poder en 2021.

Y a muchos expertos constitucionales les preocupa que Trump, y especialmente Musk, simplemente estén creando para sí mismos una autoridad que no existe.

“El peligro de lo que está haciendo Musk es que desafía abiertamente la Constitución de Estados Unidos. Según ese documento, el Congreso tiene el poder del presupuesto y el Ejecutivo es responsable de gastar el dinero asignado por ese órgano”, dijo Corey Brettschneider, autor de“Los presidentes y el pueblo: cinco líderes que amenazaron la democracia y los ciudadanos que lucharon por defenderla”. “Pero Musk, con el respaldo de Trump, está decidiendo por su cuenta qué fondos deben asignarse o no. Esto no solo desafía probablemente las órdenes judiciales que suspendieron el intento de congelamiento por parte del Ejecutivo, sino que es un desafío abierto al poder legítimo del Congreso”.

Desde sus primeros momentos en el cargo, Trump desafió los límites del poder presidencial que prevalecieron durante décadas. De un plumazo, trató de ilegalizar la ciudadanía por derecho de nacimiento a pesar de que el lenguaje llano de la Constitución deja claro que es un derecho estadounidense por excelencia. (Este miércoles, un segundo juez federal bloqueó su decreto, que probablemente será apelada).

Pero ese decreto del primer día de Trump fue solo un ejemplo de cómo se arroga una autoridad masiva que probablemente no posee e insinúa la amenaza que su gobierno sin restricciones supone a largo plazo. Si cada presidente llegara al cargo y simplemente reescribiera o ignorara el tapiz de dos siglos y medio de leyes, los estadounidenses ya no tendrían -en palabras de Trump el 6 de enero de 2021- “un país.” Los presidentes pueden colaborar con el Congreso para aprobar nuevas leyes o hacer campaña para que los legisladores federales y los de los estados modifiquen la Constitución en cuestiones como la ciudadanía por derecho de nacimiento, pero no pueden limitarse a ignorar los estatutos y escribir nuevas leyes a su antojo.

Este momento crítico de la historia es una tormenta perfecta que une a un presidente con una visión muy expansiva del poder ejecutivo y a un movimiento de agentes, funcionarios y académicos conservadores que llevan mucho tiempo promoviendo una visión de la presidencia casi sin límites.

Trump negó a menudo haber leído o saber algo sobre el Proyecto 2025, el anteproyecto para una transición y una presidencia republicana impulsado por la Fundación Heritage. Pero su beligerante uso del poder a principios de su segundo mandato sigue de cerca muchas de las recomendaciones del plan.

En una sección del Proyecto 2025 dedicada a la presidencia, Russ Vought, que está a punto de ser confirmado para dirigir la oficina presupuestaria de Trump, argumentó que había llegado el momento de recuperar el “enorme poder” de la presidencia de los departamentos o agencias, al personal o a los órganos administrativos y a las organizaciones no gubernamentales cercanas al gobierno. El caso de Vought se basa en la premisa de que los burócratas no elegidos dentro de la administración pública permanente frustran la agenda de un presidente republicano, como muchos conservadores creen que ocurrió en su primer mandato. Y explica exactamente lo que está haciendo Trump.

Vought escribió que el poder debe recaer en el equipo político del presidente -y, por implicación, en asesores como Musk. “Son los asesores elegidos por el presidente los que mejor conocen los objetivos y las intenciones del presidente, tanto en lo que respecta a las políticas que pretende promulgar como a los intereses que deben asegurarse para gobernar con éxito en nombre del pueblo estadounidense”, escribió Vought.

Algunos observadores enmarcaron el inicio conmocionante del regreso de Trump al poder en una estrategia deliberada para abrumar los circuitos de sus oponentes y hacer imposible que comprendan la magnitud de su ambición.

Y está funcionando. Sobre todo porque los demócratas, en minoría en ambas cámaras del Congreso, solo pueden, en el mejor de los casos, retrasar la marcha hacia adelante de la Administración. Y los republicanos parecen dispuestos a ceder a todo lo que quiera Trump.

El presidente del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, Mike Johnson, rechazó este miércoles la idea de que Musk y Trump estuvieran infringiendo el poder del Congreso para decidir sobre el gasto. “Vemos esto como una autoridad del poder ejecutivo activa, comprometida y haciendo lo que el poder ejecutivo debe hacer”, dijo. “Esto no es una usurpación de autoridad de ninguna manera. No es una toma de poder”.

Pero las intenciones de Trump van más allá de desconcertar al Congreso y a los medios de comunicación. También están sobrepasando a los tribunales. Tom Dupree, ex fiscal general adjunto, parafraseó la estrategia de esta manera a Jake Tapper de CNN: “Vamos a hacer lo que queramos y veremos si los tribunales nos lo impiden”.

Ya es inevitable que la Administración se enfrente a múltiples demandas hasta llegar a la Corte Suprema por su interpretación de la autoridad ejecutiva asombrosamente amplia. Incluso si Trump logra ganar solo una fracción de los casos ante la mayoría conservadora que ha construido, reforzará la oficina de la presidencia. Y mientras tanto, habrá transformado el Gobierno.

“¿Se trata de una especie de golpe de Estado?”, se pregunta Brettschneider. “Estamos viendo en tiempo real cómo pueden eludirse los requisitos constitucionales fundamentales dado el vasto poder del ejecutivo. Puede que no sea un colapso violento del sistema, pero se parece a la desaparición del Estado de Derecho que vemos en los países autoritarios”.

Bannon, que traza el caos durante horas de podcasts diarios, tiene una nueva frase de moda para describirlo: “Días de trueno”.

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