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La intrahistoria del bronce olímpico de Sara Sorribes y Cristina Bucsa: "Jugué con anestesia y tenían que acertar para que no se fuera a la mano"

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Los Juegos Olímpicos son el ejemplo máximo del deporte. Son cada cuatro años y hay que llegar bien al día y la hora (o a la semana) concretos, y que no pase nada... O si pasa, saber superarlo. Esto último tuvo que hacer la tenista Sara Sorribes, una de las medallistas españolas en París el pasado agosto, bronce en dobles formando pareja con Cristina Bucsa después de unos días intensos en la capital de Francia. «Al principio tuve una lesión repentina en el brazo y estuve jugando con anestesia toda la semana. Tenían que acertar al milímetro la anestesia porque si no se iba a la mano y se dormía. Era un dilema todos los días el qué pasará. Y todo eso llevarlo dentro, no decirle nada a Cristina para que no se preocupara, calentar por otro lado para que no me viera», reflexiona Sorribes.

En cuartos contra las gemelas Kichenok, de Ucrania, remontaron un 7-3 en el supertiebreak definitivo. En semifinales fueron derrotadas con claridad por las rusas Andreeva y Shnaider, pero se recompusieron para ganar el bronce ante el dúo checo Muchova y Noskova (6-2 y 6-2). «Cuando íbamos 5-2 en el segundo, y 40-15, sacaba Cristina y yo le decía: “Estamos lejísimos”. Y ella me miró diciendo: “Pero estás tonta, si nos queda un punto”. Pero esa era mi mentalidad toda la semana», explica Sara. Y es que Cristina es peculiar. La primera vez que jugaron juntas había sido apenas tres meses antes, en mayo en la Caja Mágica del Mutua Madrid Open, por casualidad, porque Sara se quedó sin su pareja habitual, lesionada. Levantaron el trofeo. «Cristina ya me dijo entonces: “Vamos a ganar una medalla”. Y yo: “Pero si no estamos ni clasificadas”», desvela Sorribes.

 

La semana olímpica, y la lesión en particular, le hizo pasar más tiempo con Rafa Nadal porque compartieron muchos ratos en camilla tratándose. Le considera "especial". "Ha hecho barbaridades, nos ha hecho saltar a todos en el sofá. Me gusta su forma de entender el tenis y la vida", asegura. Se lo pasó muy bien haciendo grupo. “Poder compartir equipo con Carlos, Rafa, Pablo, me lo hicieron pasar muy bien. Con Marcel [Granollers] desayunaba todos los días y teníamos unas conversaciones muy interesantes. Cuando se fue le decía que le echaba de menos”, rememora Sara. Con casi todos ellos volvió a coincidir la semana pasada en Málaga, donde se disputó la Billie Jean King Cup y la Copa Davis.

La locura del calendario

No ha pasado ni una semana desde esa competición y Sara ya está apurando las vacaciones. Se reúne en el Club de Tenis Chamartín con un grupo reducido de periodistas, encuentro propiciado por uno de sus patrocinadores, Nara Seguros, para hacer balance de un año en el que ha tenido ese bronce en dobles como «sueño cumplido», pero más dificultades en el individual. «No me había pasado nunca que me costase tanto ganar partidos. Hasta Madrid no gané partidos consecutivos. Desde ahí empezó a darse la vuelta y llegó a un punto muy alto en París. Gracias a eso he podido acabar el año mejor de lo que lo empecé», admite. Después de jugar en la capital de España volvió al «top 50» (45 del mundo), pero ha finalizado la 105 y ahora está «ahí, ahí» para entrar directamente en el Open de Australia, el primer Grand Slam del curso.

El descanso se queda escaso, pero el tenis no para, de ahí que muchos tenistas como Alcaraz o Medvedev hayan terminado la temporada quemados. También Garbiñe se retiró joven por ese motivo. «Para mí el calendario está saturado al cien por cien. De hecho, si quieres seguir jugando en este momento todavía puedes. Hay muchos viajes, y eso desgasta porque pierdes un día, al día siguiente viajas y al siguiente juegas con una gran tensión, y viajes largos», analiza la jugadora castellonense. «Y luego, el nivel está igualado y hay pocos partidos fáciles. Son tantos días y meses de tensión que al final la cabeza es normal que explote», añade Sara, un ejemplo de tenista constante que está haciendo una carrera fantástica, aunque los resultados en España de los Nadal, Alcaraz, Arantxa... difuminen la realidad. «Es que ganar un Grand Slam es muy difícil. Lo que he hecho en mi carrera es más de lo que podría imaginar, pero con esa mentalidad no sería nada. Yo sé lo difícil que es, lo complicado que es trabajar todos los días. No tenemos una Sabalenka, pero creo que Paula lo está haciendo muy bien y hay buenas jugadoras como Jessica [Bouzas], que está sobre la 50 del mundo y tiene 22 años. En chicos viene Landaluce, Rafa Jodar... A lo mejor después de Carlos tarda en salir otro número uno, pero eso no quiere decir que la salud del tenis español no sea buena. Ya no existe la Federación como antes en el CAR, pero sí hay buenos entrenadores en las escuelas, a veces los de base son mejor incluso que lo que nos entrenan a nosotros, y eso más nuestro carácter y la forma de jugar...», explica.

Así se prepara para jugar tres o cuatro horas

Sorribes ha protagonizado en 2024 el cuarto partido más largo de la historia, desde la «era Open», contra la china Gao Xinyu, 4 horas y 15 minutos. Lo ganó. En la Billie Jean King Cup su encuentro contra Linette se acercó a las cuatro horas. Ahí perdió, pero su rival llegó a admitir que odiaba jugar contra ella porque sabe lo que le espera en pista. «Yo realmente pienso que cuando el partido pasa de tres horas tengo más opciones de ganar. Para mí es un tema de hacerlo todos los días. Llevas desde los 14 años entrenando dos o tres horas de tenis al 200 por cien, con toda la ilusión, y cuando llegas a cierto momento ya estás acostumbrada. A mí no me cansa más un partido de cuatro horas mentalmente que un entrenamiento de un día normal. Una se tiene que preparar en el día a día», finaliza.